Un inquietante adiós

Bao y Orozco en la etapa del bipartito municipal (Foto: AEP)
photo_camera Bao y Orozco en la etapa del bipartito municipal (Foto: AEP)

LAS CARAS DE preocupación en algunos destacados militantes nacionalistas presentes ayer en la rueda de prensa en la que Antón Bao anunciaba su marcha eran una prueba de la incertidumbre que se cierne sobre una formación y un grupo político que en Lugo ciudad y provincia no ha dejado de perder apoyos en las últimas citas electorales.

Desde que en el año 1999 se quedaran a las puertas de lograr la alcaldía después de que se la arrebatase Orozco en el tiempo de descuento, los nacionalistas fueron perdiendo escaños en la corporación municipal hasta llegar a los dos actuales, que aunque decisivos para mantener a los socialistas en el gobierno, han obligado al BNG a tomarse en serio la necesidad de reestructurarse para resurgir.

En ese proceso andaba embarcado Antón Bao, quien tras asumir el fracaso electoral de 2011, apostó y convenció a los suyos de la importancia de estar en el gobierno para poner en práctica las políticas nacionalistas, tal y como habían hecho durante los cuatro años anteriores en la Diputación. El talante de Orozco no era el de Besteiro, pero los desencuentros apenas afectaron al funcionamiento del pacto y tanto Bao como Paz Abraira se amoldaron al sistema y comenzaron a trabajar por el libro para tratar de rentabilizar la acción de gobierno.

Sin embargo, una operación judicial para destapar una presunta trama de corrupción en varios concellos como el de Lugo encendió las alarmas en el BNG, que tras la imputación de Orozco, optó tanto en Lugo como en Ourense por salir de los gobiernos investigados. Tocó entonces repensar de nuevo la estrategia en el grupo municipal lucense y Bao volvió a apostar por seguir apoyando a los socialistas con la condición de que se mantuviese un acuerdo que los populares suelen calificar con desprecio como el «pacto del hotel», porque se firmó en el Méndez Núñez.

Pero una vez que Orozco volvió a tomar el mando de todo el Concello, las promesas comenzaron a diluirse con la misma velocidad que se acrecentó la impaciencia de los nacionalistas, que estallaron coincidiendo con el apoyo dado por el alcalde a una propuesta para dedicarle una calle a Manuel Fraga. De nuevo Bao compareció ante la asamblea local nacionalista para explicar la afrenta y se dio luz verde a una nueva y sosprendente estrategia en el Concello: no sentarse ni siquiera a hablar con el PSOE de los presupuestos de 2014 en protesta por los «incumprimentos».

El enésimo bandazo del BNG local estaba todavía siendo digerido por los simpatizantes nacionalistas, cuando llegó el anuncio de Antón Bao de que dejaba el barco, alegando unas circunstancias personales siempre comprensibles, pero que dan pie a las especulaciones. Un medio digital gallego apuntaba ayer que las diferencias en la UPG, en concreto con Abraira, habían precipitado su salida del Concello, aunque a última hora retiraba la noticia, lo que da idea del rebumbio que cualquier dimisión política genera. Sin embargo, lo cierto es que la relación entre los dos ediles del grupo nacionalista en este mandato parece cordial y las fricciones que sí hubo antes de la ruptura en el BNG parecen cosa de antaño, al menos en la asamblea local lucense.

El problema que se les plantea ahora es otro, afrontar lo que queda de mandato con una nueva portavoz y un nuevo edil que todavía no se sabe quién será, y definir una estrategia capaz de llegar al ciudadano. Todo apunta a que se mantendrá la línea de situarse tras la pancarta de cualquier reivindicación que se convoque, aun a fuerza de quedar solapados entre grupos con demandas tan dispares como los preferentistas, los antidesahucios o los emigrantes multados, a los que les afecta la crisis económica de un modo particular, pero que más que querer políticos gritando sus consignas, los quieren buscándoles soluciones.

El popular Jaime Castiñeira, en un alarde de inspiración, les advertía a los nacionalistas en un pleno previo a las últimas elecciones municipales de que se anduvieran con cuidado con los apoyos que le dan a Orozco, porque, en lugar de un coche para acudir al consistorio, les llegaría con un sidecar. Se quedó corto, porque meses después se supo que con una moto ya les bastaba.

El caso es que como no elijan pronto el camino correcto, la aparición de nuevas fuerzas en el espacio nacionalista y de izquierdas puede provocar que, tras la cita electoral del 2015, el BNG incluso tenga que compartir asiento en ese vehículo de dos ruedas.

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