Un cole que no hace diferencias

El Ceip A Ponte es uno de los pocos colegios de Lugo, junto con el de Casás, que dispone de un aula de educación especial. Allí, Moisés repasa, con su profesora, cómo son los céntimos. Mientras, su compañero, Iago, gira ante el ordenador, donde pone un juego de Barrio Sésamo. Ambos padecen autismo.

Todos podemos aprender y bajo esa máxima se trabaja en colegio de A Ponte, donde funciona un programa de educación de alumnos con autismo.

Moises e Iago llevan ya hora y media de clase. Son las once y cuarto de la mañana y Moisés está sentado frente a una de sus dos profesoras en el Ceip A Ponte, Ana Belén Lago Vázquez, que le está recordando el valor de las monedas. «Mira, esta es la de 5 céntimos y esta la de 50, ¿te acuerdas, Moisés?», pregunta. Moisés asiente, levanta la cabeza y saluda, sonriendo: «Hola», dice, mirando a los ojos.

Iago se inquieta. Su carácter, no tiene nada que ver con el de su compañero de pupitre. Sale a regar las plantas, en compañía de la cuidadora, Aurora Vázquez Saavedra, quien también forma parte del equipo que, junto a la docente Esther Fraga Janeiro, atiende a estos dos chicos en el Ceip A Ponte, un colegio con distintos programas pioneros y en el que tiene singular importancia el proyecto de formación de alumnos con autismo.

Después de regar, enciende el ordenador, coge un juego de Barrio Sésamo para aprender a contar y se entretiene unos minutos. Se sienta y se levanta. Cuando está de pie, gira sobre sí mismo varias veces. «Es su manera de expresar que está contento, que se siente a gusto», cuenta Ana Belén Lago, que conoce muy bien la forma de canalizar las emociones de cada alumno.

Ana Belén Lago es profesora especialista en Pedagogía Terapéutica. Este curso es el segundo que trabaja con autistas. El Ceip A Ponte es uno de los pocos colegios públicos de Lugo, junto con el de Casás, con aulas para chicos con esta discapacidad. «Aunque sean autistas, ambos son muy diferentes. Cada niño tiene su carácter y también su grado de autismo, con lo que no hay una receta única para todos ellos», señala.

Las clases con alumnos autistas tienen una característica en común: la rutina. «Lo primero que hacen en cuanto llegan es marcar en el calendario el día que es. Luego, hacemos actividades relacionadas con las distintas materias (lengua, matemáticas, conocimiento...). Si se portan bien, les dejamos ir un rato para el ordenador como refuerzo positivo. También leemos cuentos y hacemos juegos didácticos como rompecabezas o juegos de insertar», cuenta Ana Belén Lago.

Moisés lee y escribe. Incluso hace dictados. Iago trabaja solo con imágenes. En cualquier caso, los pictogramas son su alfabeto más recurrido. Apenas hablan. «Se comunican, sobre todo, por señales, con palabras sueltas, tocándose», explica la profesora.

Si la motivación es el objetivo de cualquier docente en clase, en este caso es, incluso, imprescindible. «Si no están motivados, se encierran y no hacen nada. Es imposible», afirma Ana Belén Lago.

La rutina de estos dos alumnos autistas continúa con la ‘merienda’ de la media mañana. A esa hora, salen de un aula y se meten en otra donde, incluso, aprenden a prepararse un sándwich y a doblar la ropa. Y es que aquí no se aprenden sólo materias.

Moisés e Iago se disponen a ‘merendar’. Comparten mesa. Iago, a la izquierda, y Moisés, a la derecha. Sacan su comida y comen. Comer significa que, al mismo tiempo, no se puede hacer nada más. Terminan y Moisés se dispone a doblar una camiseta y, aunque demuestra que lo sabe hacer, no lo hace. Otros días, preparan un zumo, tienden la ropa o juegan al supermercado. «En el recreo, van al patio con el resto de los niños pero no se integran. También hay materias como Educación Física, Plástica y Música donde comparten aula con el resto de los niños y hay veces que nos sorprenden. Por ejemplo, en Carnaval, Iago se dejó disfrazar y bailó con el resto de los niños», cuenta la profesora.

La mañana continúa y, tras el recreo, vuelven a clase, con su profesora, su cuidadora y su rutina, la misma que les da seguridad en su día a día.

EN EL AULA

Estudio: Repasar las monedas

Moisés repasa el valor de los céntimos y de los euros en una ficha que le muestra la profesora, Ana Belén Lago Vázquez. Está atento y comprende perfectamente la actividad, lo que significa que asimiló bien estos conocimientos.

Instalaciones: Aulas que estimulan a aprender

En el aula de educación especial del Ceip A Ponte, hay tres rincones: el de pintar, el de puzzles y el de juegos. Los pictogramas son, en este caso, el material educativo más utilizado. Las clases disponen también de recursos audiovisuales, que estimulan el aprendizaje y la comunicación.

Moisés e Iago, de 13 años y con autismo, asisten diariamente al aula de educación especial en el Ceip de A Ponte

Tareas: Regar las plantas

Iago acepta muy bien su tarea diaria de regar las plantas del pasillo. Así lucen de lozanas. Lo acompaña, como siempre, la cuidadora del aula, Aurora Vázquez Saavedra, quien le ayuda a sostener la botella para que no se derrame el agua fuera del tiesto.

CUIDADOS. Control constante

  • Dos profesoras y una cuidadora atienden este curso a los alumnos afectados de autismo. El papel de Aurora Vázquez, la cuidadora, es tan importante como el de las docentes, ya que esta persona se ocupa de acompañar, en todo momento, a los chicos.

Aseo personal

  • «Mi papel es el de cuidar de ellos todo el tiempo que están en el centro: en el comedor, en su aseo personal y también en los desplazamientos», afirma Aurora. De su tarea diaria, señala que lo más complicado es el control. «Hay que vigilar, sobre todo, que no se hagan daño y cuidar su relación con los demás», señala.

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