Tapones que agobian la vida diaria

María realiza en coche todos los días el mismo recorrido para ir desde su casa, en la Rúa Camiño de Pipín, al hospital Xeral, en donde trabaja como auxiliar de clínica. En esos 2,3 kilómetros de trayecto, entre ida y vuelta, casi la misma longitud que tiene de perímetro el adarve de la muralla romana, debe sortear una decena de tapones urbanísticos.

Los obstáculos con los que se encuentra esta mujer en su recorrido diario para ir a trabajar son un sencillo ejemplo del crecimiento urbanístico desordenado que ha experimentado la zona norte de la capital lucense. Pero tampoco son ajenos a este mal otros barrios de la ciudad.

María parte en coche desde la Rúa Camiño de Pipín, casi en la confluencia de la Avenida da Coruña. El primer tapón ya se lo encuentra a menos de 100 metros de distancia. Su calle se estrecha a la altura del colegio de educación infantil y primaria Cervantes. Los inmuebles de los números 21 y 23 prácticamente invaden media calzada. Ese cuello de botella hace que los dos carriles de circulación, uno para cada sentido, se reduzcan a uno. Una de las casas, de planta baja, está abandonada, mientras que la otra, que tiene además una primera planta, está habitada.

Al final de la Rúa Camiño de Pipín se encuentra con el segundo obstáculo urbanístico de su corto pero agobiante periplo, en la intersección con la Rúa Mar Cantábrico. "La casa del margen derecho estaba mal alineada desde que se construyó y la de la izquierda, de reciente construcción, también se metió en la calle", afirma esta improvisada guía.

Maleza
Tras hacer el stop, María gira a la izquierda y después a la derecha para seguir por la Rúa Mazaira. Sólo está urbanizada la mitad de la vía. Desde esa frontera hasta el final no hay construcciones en el margen derecho. En este caso el tapón es vegetal, la maleza que se come la calzada. Sólo cabe un turismo, aunque es bidireccional. "O te arrimas mucho o a veces tienes que darle marcha atrás", dice esta trabajadora sanitaria.

Dobla por la Rúa Juana la Loca y a la altura de Camiño Verde se tropieza con una mediana. De querer continuar por esta calle tendría que regatearla hacia la derecha. "Sólo hay un carril de bajada, cuando de subida hay dos", explica María. Pero opta por girar a la izquierda por Camiño Verde hasta la Rúa Álvaro Gil.

Circulando por la calle que lleva el nombre del mecenas que donó una importante colección al Museo Provincial de Lugo, esta vía se estrecha al pasar por debajo de un edificio. Es el semitúnel de la Praza do Castiñeiro. Probablemente es la única solución constructiva de este tipo que podemos encontrar en toda la ciudad.

Al final de la Rúa Álvaro Gil tiene que sortear otro obstáculo, una casa de cinco plantas que hace esquina con la Rúa Serra de Outes, por la que continúa hacia el Hospital Xeral. "Te la encuentras de frente", comenta María. Es el último con que se encuentra antes de llegar a su punto de destino.

Vuelta
Después de su jornada laboral esta auxiliar de clínica regresa a casa. Nada más salir del hospital atraviesa el primer embudo. Unas viejas casas, a ambos márgenes, encorsetan la Rúa Serra Gañidoira a la altura de la Rúa Río Lor. Unos pivotes metálicos impiden que atrevidos conductores intenten estacionar, en una zona en la que por las mañanas no resulta nada fácil encontrar una plaza para aparcar.

A mitad de la Rúa Serra Gañidoira, en la que se puede estacionar en ambos márgenes, se encuentra con otro tapón casi histórico. Dos casas abandonadas desde hace más de 20 años, los números 49 y 51, se meten en la vía. El año pasado los propietarios de una de ellas demolieron su estructura interior ante el riesgo de que se pudiese venir abajo.

María se topa al final de la Rúa Serra Gañidoira con un edificio de cinco plantas. Así que en el cruce con Lamas de Prado, en menos de diez metros, tiene que girar a la derecha para después hacerlo a la izquierda para poder continuar por la Rúa Dona Urraca. Y al final de esta calle una casa abandonada de planta baja , a un lado, y el muro de un alpendre, al otro, le estrechan el paso.

Esta trabajadora sanitaria invierte unos 15 minutos en realizar a diario en coche este recorrido de 2,3 kilómetros, entre ida y vuelta, en el que debe sortear una decena de tapones u obstáculos urbanísticos.

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