Tanto va el cántaro a la fuente...

Bomberos en O Carqueixo. (Foto: X. Ponte)
photo_camera Bomberos en O Carqueixo. (Foto: X. Ponte)

No es que quiera ser agorera, pero reconozco que todas las semanas me pregunto en al menos un par de ocasiones cuánto tiempo va a pasar hasta que veamos desaparecer O Carqueixo pasto de las llamas.

La pregunta es casi inevitable teniendo en cuenta que un día sí y otro también salta la alarma por un incendio junto al poblado en el que aún vive una parte importante de la comunidad gitana. No es que vaya nadie de fuera a prender fuego, qué va. Son quienes tienen allí lo poco que poseen quienes a diario juegan con fuego.

Ayer escampó un rato y, de nuevo, se volvieron a prender las fogatas. Quienes están en el hospital, que se encuentra a un paso del poblado, viven con sobresalto las continuas nubes de humo, bastante contaminantes además, porque lo que se quema allí es chatarra y caucho.

Sin embargo, los residentes en O Carqueixo o provocan esas fogatas que poco bien les pueden hacer a su salud o las consienten de forma impasible. Y en esas llevamos ya mucho tiempo.

Es curioso que el único alboroto que se ha producido hasta ahora -¡y por mucho tiempo, esperemos!- se debiera a una actuación de los equipos de extinción, que el verano pasado vaciaron la carga de agua de un helicóptero sobre parte del vecindario. Entonces hubo un estallido de indignación, que se podría entender si hubiera un afán semejante por preservar del fuego, la contaminación y la suciedad los propios hogares.

Después de que los incendios se repitan una y otra vez sin que se vean visos de solución al problema, está claro que la población de ese asentamiento, que en buena parte sigue viviendo de la chatarra, ve de lo más normal lo que ocurre allí a diario.

Sin embargo, más vale que no se llegue a cumplir nunca el temor de que el poblado acabe siendo el día menos pensado pasto de las llamas. Si eso ocurre, veremos si hay alguien entre los propios vecinos que asuma responsabilidades por lo ocurrido.

De momento, vista la facilidad de la reincidencia, lo que parece claro es que no hay nadie que haya pagado ni la primera multa por prender fuego tan impunemente en un lugar que está, evidentemente, lejos de ser un paraje natural protegido, pero que tiene un interés prioritario por ser un lugar habitado por personas, muchas de ellas niños pequeños.

Lo dicho, más vale que no llegue a prender. Pero va tanto el cántaro a la fuente...

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