Tan solo uno de cada tres acusados por violencia machista que fueron a juicio el año pasado en Lugo acabaron condenados. Estos datos -hechos públicos por el Consejo General del Poder Judicial- revelan que siete de cada diez hombres juzgados por malos tratos recibieron una sentencia absolutoria, por lo que a ojos de la Justicia son inocentes.
Sin embargo, detrás de la estadística se esconde una realidad muy diferente que los números no son capaces de plasmar. Tal y como explica Estela San José -titular del juzgado de instrucción número 3 de Lugo, encargado de violencia de género-, el 98% de las absoluciones se producen porque la víctima se acoge a su derecho a no declarar en el juicio, y no porque el agresor consiga demostrar que no ha cometido los hechos y que la denuncia es falsa.
Además, teniendo en cuenta que los delitos relacionados con la violencia de género se comenten generalmente en la intimidad del hogar y sin testigos, cuando falta la declaración de la víctima se desmonta la acusación. «Hay sentencias condenatorias basadas en los testimonios de los policías y forenses que atendieron a la víctima en un primero momento, pero muchos jueces de lo Penal consideran que estas declaraciones no son suficiente para desvirtuar la presunción de inocencia». Así, con la víctima callada y sin testigos directos de la agresión, las cartas juegan a favor del hombre.
