Sofás que ayudan a descubrir el mundo

Se llama ‘couchsurfing’ (literalmente ‘el surf del sillón’) y lleva más de seis años poniendo al alcance de cualquier viajero los sofás de todo el planeta. Esta original forma de conocer mundo ha cautivado ya a 56 lucenses.

Couchsurfing es una red social creada en Internet para poner en contacto a los aventureros que estén dispuestos a alojar en su casa a personas de cualquier rincón de la tierra. A cambio, ellos también podrán dormir en los sofás de todo aquel que quiera acogerlos. El registro en couchsurfing.org es gratuito y promete vivencias insólitas.

«En Colonia, estuve en casa de un hombre que rondaba los cincuenta años, llevaba siempre un sombrero extraño, era una especie de cowboy del siglo XXI. Vivía solo y le gustaba que le hicieran visitas, por eso estaba inscrito en couchsurfing. Era un tipo de lo más peculiar, sin duda éramos polos opuestos pero eso no impidió que nos llevásemos bien desde el principio» relata Álvaro Pardo, un artista lucense más conocido como DJ Think. Tumbado en el sofá con su perra y su gata, sus únicas compañeras de piso, rememora sus experiencias desde que creó un perfil en la página. «Mi trabajo de DJ me obligaba a desplazarme por todo el mundo y la verdad es que estaba harto de tener que pagar hoteles. Una amiga me contó que existía una red social a través de la que podías contactar con gente de todo el mundo que estaba dispuesta a recibirte en su casa. No dudé en unirme y no sólo me sirvió para no tener que pagar un duro en hospedaje sino también para conocer a fondo cada ciudad» asegura. Y es que todos los ‘surferos’ coinciden en que el ‘couchsurfing’ no es sólo una forma barata de viajar, también es una aventura cosmopolita, una oportunidad única para sumergirse de lleno en la esencia de cada cultura. «¿Acaso hay alguna manera mejor de conocer una ciudad que a través de los propios habitantes?» se pregunta Álvaro.

De la pared de su habitación penden múltiples recuerdos de sus viajes, inmortalizados en cada instantánea. Pero no todas las fotografías son testigo de su andadura, pues algunas de ellas retratan los rostros extranjeros que han pasado más de una noche en su sofá de Lugo.

«Recibí a dos franceses que me trajeron cuatro botellas de vino, a una estadounidense que me cocinó una hamburguesa en la sartén, tal y como la preparaba ella en su país, a dos ingleses y a una mejicana que quería estudiar en Lugo y que se quedó aquí hasta que encontró sitio», cuenta. Álvaro trata siempre de ser un buen anfitrión. «Cuando vienen les suelo llevar a comer y a dar un paseíllo para que conozcan la ciudad», explica. Pero, en general, prefiere dejarles su propio espacio. «Normalmente se quedan tres o cuatro días y sólo estamos juntos a la hora de comer y de cenar». Teniendo en cuenta que los ‘surferos’ solamente establecen un contacto previo a través de Internet, para ser un buen ‘couchsurfer’ se necesitan grandes dosis de confianza ciega. «Yo siempre les dejaba una copia de las llaves y, cuando me iba de casa, a veces me paraba a pensar que me estaba fiando totalmente de un desconocido pero nunca me ha pasado nada malo porque mi filosofía es que si tu haces el bien, éste también acudirá a ti», afirma.

Álvaro ha viajado a Berlín y a Colonia y ha acogido a ‘couchsurfers’ en cuatro ocasiones. Su balance de estas seis experiencias «es completamente satisfactorio» por lo que no duda en recomendarlo.

No obstante, el registro en la página no obliga a dejar la casa a los viajeros, sino que se establecen varios grados de implicación. Una opción muy habitual para los usuarios es el ‘coffee or drink’, un ofrecimiento como guía turístico en su propia ciudad y, por qué no, como acompañante en las peripecias nocturnas si la fiesta llama a su puerta.

Otro ‘surfero’ lucense es Manuel Lameiro, quien descubrió el ‘couchsurfing’ navegando por la red y le interesó «la idea de quedar con gente nueva». Manuel cree que «no hay nada mejor para abrir la mente que intercambiar opiniones con todo tipo de gente». Eso sí, reconoce que para apuntarse a esta peculiar aventura es necesario «prescindir de los prejuicios, ser capaz de abrirse a los demás, ser amable y además un poco confiado porque sabes que puedes llegar a vivir malas experiencias». Por eso confiesa que los ‘surferos’ «suelen ser bastante especialitos» así que recomienda la aventura «sólo a un determinado tipo de gente».

Manuel no puede olvidar una ocasión en la que se estaba despidiendo en Casa Blanca de un grupo de chicas que lo había acogido durante unos días. «Les iba a dar dos besos y se alteraron porque eran musulmanas y no querían, me llamó la atención el choque entre culturas».

A través de ‘couchsurfing’ Manuel ha recorrido medio mundo. Ha dormido en sofás venecianos, marroquís o madrileños y el pasado lunes regresó de Málaga después de pasar allí el pasado fin de semana en el sofá de un ‘couchsurfer’. Por su parte, ha acogido a un par de gallegos. «En Arde Lucus vinieron dos de Baiona y fueron los únicos que tuve en mi casa hasta el momento», asegura.

Su trabajo como teleoperador, sólo le permite viajar en vacaciones o en puentes, pero en cuanto tiene unos días libres se lanza sin dudar a la búsqueda de ‘surferos’.

Su empeño acabó por convencer a su tocayo, Manuel García, quien aún no ha alojado a nadie. «Vivo con mis padres y, para estas cosas, son bastante conservadores», lamenta. Su experiencia como ‘surfero’ no es tan amplia. «Fui con Manuel a Tarragona y allí quedamos con una chica de Inglaterra», cuenta. Como el resto de viajeros, lo que más agradece de esta iniciativa es «la posibilidad de absorber distintos puntos de vista».

¿UN MÉTODO SEGURO?

El perfil de los ‘couchsurfers’ incluye su fotografía y una pequeña descripción personal para buscar miembros que residan en un radio de 20 kilómetros como máximo del lugar a visitar. Además, el perfil está permanentemente abierto para que cualquiera que haya conocido al ‘surfero’ pueda dejar una referencia contando cómo fue su experiencia e incluye el tanto por ciento de mensajes de otros miembros que el ‘couchsurfer’ ha contestado, algo que debe servir para que la comunidad de viajeros sepa algo más del usuario. Pero, ¿es un método seguro? En general, los ‘surferos’ consideran que es un mecanismo fidedigno. «La página está muy trabajada, te pregunta todo tipo de datos y te hace una especie de entrevista para saber cómo eres, es cierto que se trata de una aproximación pero es bastante fiable» cree Álvaro. «El procedimiento es seguro porque nadie puede eliminar las referencias negativas» puntualiza Manuel Lameiro.

Cabe la posibilidad de contribuir al mantenimiento de la página a través de un pequeño donativo cuya tarifa dependerá de la riqueza del país donde resida el ‘surfero’. Los donantes se identifican con un símbolo verde, lo cual prueba un cierto interés por parte del viajero. Además, la web cuenta con un sistema de verificación de la dirección postal al mandar una carta al domicilio del usuario que éste debe reenviar y la propia directiva de la página indica qué hacer en caso de sufrir una mala experiencia.

Sin embargo, a pesar de estas medidas de seguridad, hay quien no termina de fiarse. Por si acaso, Manuel García ha preferido viajar acompañado. «Siempre he ido con mi amigo Manuel, lo que supone un apoyo ante cualquier problema que pudiese surgir», afirma.

SIMILITUD

Desde que el americano Casey Fenton creó la web tras tener la idea de ponerse en contacto con 1.5000 estudiantes islandeses para tratar de conseguir alojamiento barato en Islandia, el ‘couchsurfing’ se ha extendido por los sofás de todos los continentes y han surgido iniciativas similares. Una de ellas es el intercambio de casas en cualquier época del año y en cualquier parte del mundo entre los usuarios registrados en intercambiocasas.com.

La representante de esta empresa, Violeta Díaz, explica que el objetivo de la web es «poner a la disposición de los miembros un potente motor de búsqueda de alojamientos en todo el planeta». El pago del servicio se realiza en línea, a través de Internet y, desde el momento en el que el usuario decide intercambiar su casa, la publicación de la oferta en la red es inmediata. Díaz señala que «no hay ningún mecanismo de control, el sistema se basa en la confianza mutua, los responsables son los propietarios y son quienes deben establecer las condiciones, nosotros podemos intervenir sólo en un caso de fuerza mayor».

Díaz asegura que «la crisis no se nota» y que «desde la creación de la versión española en 2006, la progresión ha sido tan positiva que ya existen 1.800 ofertas en España». Incluso han cambiado los hábitos y los destinos. «Lo más buscando continúa siendo salir del país pero se ha pasado de demandar lugares de playa a preferir la oferta cultural y el turismo hacia lugares de interior», asegura Díaz. En la provincia de Lugo, existen dos familias registradas que demandan un intercambio y dejan su casa; una en Barreiros y otra a un kilómetro del centro de la ciudad.

Y es que, a través de iniciativas como éstas, cualquiera puede tener ya el mundo en sus manos.

Cifras ‘surferas’

  • Más de dos millones de usuarios. Existen más de dos millones de ‘surferos’ dispuestos a prestar su sofá en 238 países por todo el mundo. París, Londres, Berlín, Montreal y Estambul son los cinco destinos más demandados.
  • Menores de treinta años. El ‘couchsurfing’ es sin duda el territorio de la juventud, más del 70% de los miembros tienen entre 18 y 29 años. El rango de edad más habitual se sitúa entre los 18 y los 24, con más de un 40% de los ‘surferos’. Sólo hay un miembro registrado que tiene más de 70 años.
  • Más de la mitad, europeos. A pesar de ser una forma barata de viajar, el couchsurfing lo practican, sobre todo, los jóvenes urbanos con un poder adquisitivo medio o alto y con acceso al universo virtual de Internet, por ello la mayor parte de los ‘surferos’ son los europeos, más del 50%, y los norteamericanos, el 27.8%. Además, el español es el tercer idioma más hablado por los viajeros del sofá, con más de 300.000 ‘surferos’ capaces de comunicarse en esa lengua. Claro que también influye el hecho de que España sea precisamente el octavo país con más miembros en la web, con casi 56.000 registros.

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