Secuestrado en Lugo para ejercer de mendigo en Francia

EL 14 de abril de 1906, el cónsul de España en Tolón pone a disposición del gobernador civil de Barcelona a un muchacho de catorce años, llamado Manuel González López, residente en dicha ciudad francesa.

Los pocos datos que se tienen de aquel joven proceden de su propio testimonio y a duras penas pudo reconstruirse su historia. Declara Manuel que un año antes, cuando se encontraba apacentando el ganado en un aldea de la provincia de Lugo, de donde era natural, sin señalar detalles más concretos de su localización, se ve sorprendido por uno o varios desconocidos.

Estas personas lo reducen por la fuerza, y a continuación le tapan los ojos y la boca para introducirlo en un automóvil. En ese vehículo es conducido a una estación de ferrocarril, que tampoco señala, y subido a varios trenes hasta su llegada a Francia.

Una vez en tierras francesas, quien lo había secuestrado le aplica un líquido corrosivo en un brazo hasta que lo tiene en carne viva. Con la herida abierta, el secuestrador se la frota con ajos. La misma suerte que él la habían corrido otros nueve niños de distintas procedencias.

Todos ellos son distribuidos en solicitud de limosnas por las calles de Tolón, una ciudad que en aquel momento tiene 103.000 habitantes. Mientras ellos limosnean, su torturador los espera en un bar, donde deben entregarle el fruto obtenido de la caridad de los ciudadanos. El muchacho confiesa también que no había denunciado antes el secuestro por no saber francés y por pensar que no le entenderían.

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