Se puede decir 'sí' de muchas formas

"NA ÉPOCA DE ESTUDANTES XA VIVIAMOS xuntos en pisos compartidos en Compostela, e cando acabamos a carreira pasamos a vivir sós. Entón as presións sociais aumentaron e decidimos casar, por amor aos nosos pais, aínda que eles nunca nos pediron tal cousa, o que precisamente nos predispuxo a facelo. Casamos polo civil en Lugo a comezos dos oitenta, nin sei a data". Quien así resume su noviazgo y posterior matrimonio con el profesor de la USC Claudio Rodríguez Fer es su también colega de profesión CARMEN BLANCO. La explicación no deja lugar para la duda: la suya no fue una boda al uso, si bien si es ilustrativa del cambio social que se estaba produciendo en Galicia a principios de la década de los años ochenta del pasado siglo, momento en el que aumentaron de forma muy significativa las bodas civiles frente a la que hasta entonces parecía casi la única opción socialmente aceptada: las uniones religiosas.

Ahora que el calendario marca el inicio de la temporada de casamientos y la estampa por excelencia es la de novias de blanco, decenas de invitados y fiestas por todo lo alto, Carmen Blanco recuerda una experiencia bien diferente, a la que concedió tan poca importancia que, asegura, ni siquiera han quedado en su mente detalles como la fecha exacta de la boda o la ropa que llevaba. "Os dous eramos partidarios do amor libre e, polo tanto, das unións libres sen máis, así que casamos por presión social. Fomos ao xulgado cos pais dos dous e despois fomos traballar e máis tarde a comer a casa dos meus, só coa familia máis próxima". La ausencia de celebración no fue la única convención social que rompieron: "Fun vestida como ía todos os días, cun pantalón vaqueiro e un xersei, aínda que non lembro cales exactamente, porque non quixemos facer ningunha foto dese día, malia que precisamente temos centos de fotos de antes e de despois", ríe Carmen. Por descontado, tampoco hubo luna de miel, una situación que no asocia con una fecha sino que "hai que vivila todos os días e todas as noites. Non organizamos ninguna viaxe de noivos, pero si fixemos viaxes soñadas antes e despois da voda... e procuraremos seguilas facendo", concluye.

En los 70
Aunque por motivos diferentes, tampoco tuvo viaje de novios la escritora lucense NIEVES VILLANUEVA que, tras casarse como mandaban los cánones, un 27 de septiembre de 1970 en la capilla de Santa María, se marchó a Madrid "sólo cuatro días después de la boda, porque tenía que dar mis clases en un instituto". Por lo demás, su boda se ajustó a los clichés de una época que ella define de forma contundente: "Éramos  criaturas del nacional-catolicismo y teníamos  unos valores bien definidos", si bien matiza que "creo que yo he sido bastante abierta y rompedora y, además, me tocó vivir una transición en toda la extensión de la palabra, política, social, cultural... una evolución tremenda".

Quizás por ello, entre los recuerdos del día de su casamiento se mezclan los tópicos más románticos con apuntes de rebeldía como "la sensación de estar en una boda ajena porque no conocía al grueso de familiares y amigos del novio, José Manuel Alija". Eso y que consiguió prescindir del velo de 'tul ilusión', como se decía en la época, "que sustituí por una juvenil melena suelta con un tocado", recuerda. Así posa sonriente desde una foto en blanco y negro de aquel día, enfundada en un vestido blanco de talla mínima y no exento de historia. "Mi hermana  se había casado  tres meses antes que yo y su vestido era tan lindo y elegante que tuve mucho gusto en heredarlo. Teníamos idéntica talla y antes ya habíamos compartido el traje de comunión".

El de aquel día es, en suma, un recuerdo dulce en su memoria, si bien confiesa que en la actualidad "si a todo el mundo le gustaran las bodas tanto como a mí, este floreciente negocio de fotos, trajes,  flores, restauración, viajes, joyas, regalos... se iría a pique" y, sobre todo, dice no entender las ceremonias "tan pretenciosas de esas parejas jóvenes que empiezan su vida, que carecen de tantas cosas y sin embargo piden préstamos o empeñan a la familia por pura vanidad, por aparentar. Tiene delito la cosa".

Otra conocida lucense, la presidenta de la Federación Gallega de Viudas, AURORA CARRO, también compartió mucho no con una hermana, sino con dos en asuntos de bodas. Recuerda que "las tres nos echamos novio a los 20 años y nos casamos a los 22", ella en la iglesia de A Nova un día de 1954, a las once de la mañana. "Entonces las bodas se celebraban temprano porque había que ir en ayunas para poder tomar la comunión", explica, un dato sin duda insólito para los novios de hoy, tanto como el hecho de que "cuando ibas a alojarte al hotel la noche de bodas, te pedían un certificado del cura que verificase que estabas casada", cuenta Aurora.

Su boda con el que entonces era fiscal de la Audiencia de Pontevedra fue de cuento, con muchos invitados, banquete en el hotel Méndez Núñez y viaje de novios a París. De todo lo que rodeó a aquel evento, Aurora Carro sólo tiene una espinita clavada. "Se me ocurrió seguir el consejo de alguien y cortar mi precioso vestido largo blanco de novia para convertirlo en un traje de chaqueta que sólo me puse una vez. Me arrepiento de no haberlo conservado". Por lo demás, dice que repetiría sin cambiar ni un detalle.

Con el nuevo siglo
Con casi medio siglo de diferencia en la fecha del enlace, un sentimiento similar profesa la directora de la Escola de Relacións Laborais, MERCEDES MONTES. Contrajo matrimonio en la catedral de Lugo en el año 2000 ante unos 200 invitados, en una ceremonia religiosa que respondía a las convicciones de ambos y en la que "todo resultó perfecto", hasta la climatología, en un mes de septiembre en el que se vivieron los días más calurosos de aquel verano.

No obstante, reniega de expresiones como 'casarse por todo lo alto'. "No se trata de eso, creo que cada boda es única para los que contraen y se trata de celebrar de forma especial y diferente un acontecimiento de tu vida señalado, cada uno según sus gustos, creencias...".
Ella, tras un largo noviazgo, dio el paso con 29 años, aunque reconoce que "cada vez se hace más necesario retrasar ese momento" por cuestiones relacionadas con la estabilidad laboral y económica.

Casi con la misma edad que ella —28 años— y también tras una dilatada etapa de noviazgo contrajo matrimonio la atleta lucense ALESSANDRA AGUILAR. Fue por lo civil y en el ayuntamiento de Lugo, con el alcalde, José López Orozco, como oficiante. "Hicimos la boda que los dos queríamos: civil, muy íntima y familiar", asevera. Eso sí, con el clásico vestido blanco de novia, pero sin demasiadas parafernalias. "Lo vi en una revista y me enamoré de él, sólo faltaba ver cómo me quedaba y, cuando me lo probé, supe que ya no era necesario seguir buscando", dice resuelta.

Han pasado apenas cuatro años de aquel día, por lo que Alessandra considera que la suya fue una boda como cualquiera que pueda estar preparándose ahora. Lo mejor de la época que le ha tocado en suerte para vivir esa experiencia es, según apunta, que "hay de todo y todo vale: bodas sencillas, bodas por todo lo alto, bodas normales y gente que prefiere primero convivir, ver como van las cosas y, si todo funciona, casarse más adelante. Yo creo que ahora las cosas están mejor, hay más libertad y opciones para poder hacer lo que uno quiere. Por ejemplo, en la época en la que se casaron mis padres yo no habría podido tener la boda que tuve y deseaba, no me hubiera podido casar por lo civil", apostilla.

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