Repetida imagen de distintas realidades

Anciana pidiendo en la catedral. SEBAS SENANDE.
photo_camera Anciana pidiendo en la catedral. SEBAS SENANDE.

ES UNA IMAGEN clásica, que nos trae a la memoria décadas pasadas. El contraste entre la grandiosidad de la catedral lucense, la afluencia de turistas y la mendiga vestida de negro, con un paraguas para protegerse del sol, evidencia las eternas contradicciones de la sociedad del bienestar, ahora en retroceso. La gente obligada al ejercicio de la mendicidad siempre ha tenido cierta inclinación por pedir a la puerta de los templos, que antaño eran un lugar más concurrido y directamente relacionado con la caridad cristiana, el único cobijo en unas épocas de desamparo a las que nos quieren devolver.

Parece de una vieja estampa de romería en un santuario milagroso, pero sucedió estos días, aunque cada vez sean menos los que piden en las puertas de las iglesias ante el menor tránsito en esos puntos. La afluencia de visitantes, sobre todo en el caso de las catedrales, tiene más que ver con el turismo que con la fe religiosa de la sociedad, cada vez más formal o ritual.

Los mendigos prefieren hoy las puertas del supermercado como recurso de supervivencia. Es el imperativo de la sociedad de consumo. Algunos tienen incluso su lugar reservado a la puerta del local, como si acudiesen a la oficina.

A la vista de las estadísticas de Cáritas, las quejas de falta de recursos en los bancos de alimentos y la saturación en los comedores sociales, las autoridades eclesiásticas deberían plantearse la posibilidad de darle este último uso a algunas capillas e iglesias en desuso, para paliar los perversos efectos del retroceso económico y la exclusión social.

La indiferencia de los turistas hace todavía más terrible la soledad de la mujer enlutada y el sentimiento de compasión que pretende levantar. Los visitantes prefieren dar la espalda a una realidad molesta y fijan su atención en el templo, cuya visita forma parte de un sugerente y estudiado plan de viaje, entiendan o no de historia del arte. Caminan concentrados en su realidad, sin pensar siquiera que hay gente que pasa hambre o que está necesitada de un gesto.

Se aferran a su burbuja, como muchos que nosotros. Solo pensar que hay niños que se acuestan sin cenar o ancianas, como está mujer, que quizá no tenga un techo donde cobijarse, duele demasiado. Puede que incluso te amargue las vacaciones.

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