Raúl Veiga: ''Lugo, y Galicia en general, peca de falta de conciencia urbana''

Raúl Veiga asumió el mes pasado las riendas del Colegio de Arquitectos de Lugo tras recibir el respaldo del 62% de los votantes. Sus dos grandes objetivos son acercar la figura del arquitecto al ciudadano y buscar nuevas vías de negocio para una profesión que no vive su mejor momento.

Será la voz de los arquitectos lucenses durante los próximos cuatro años. ¿Cómo está la profesión en este momento?

Está atravesando un proceso de profunda reestructuración debido a las directivas europeas, la crisis española... El bum inmobiliario hizo que creciese de forma importante el número de arquitectos, cualquier pequeño promotor o constructor quería tener un hijo arquitecto o aparejador, y la existencia de arquitectos estrella también contribuyó a que todo el mundo quisiera ser arquitecto.

¿Cree que debería limitarse el acceso a los estudios de arquitectura?

Es un debate que está empezando a haber, aunque yo personalmente creo que el acceso a la universidad, a la formación, a la cultura, no se debe restringir nunca, siempre dentro de la capacidad económica y material de cada universidad. Porque, además, la ventaja de la carrera de arquitectura es que son unos estudios multidisciplinares, por lo que el arquitecto es un profesional que tiene muchos campos de actuación, más allá de la elaboración de proyectos y la dirección de obras. Está capacitado para proponer desarrollos urbanos, hacer análisis sociales... El exceso de arquitectos no tiene por qué ser necesariamente malo. En una sociedad que haya muchos médicos se ve como algo positivo, pues con los arquitectos también debería suceder. Lo que se necesita en este momento es más creatividad y apertura.

Sin embargo, ese exceso está llevando a algunos profesionales a emigrar. ¿Hacia dónde se están marchando?

Hacia mercados inmobiliarios emergentes, que están en países emergentes. China, Brasil, algún país africano... Son casos puntuales, pero los hay, porque otro de los grandes problemas de la profesión es que el 20% de los estudios hacen el 80% de los trabajos. ¿Las causas? Muchas. El libre mercado tiene mucho que decir, y luego creo que hay una falta de atención de la sociedad y del mercado hacia los arquitectos. Todavía no se ve al arquitecto como generador de plusvalía económica, la gente cree que es una fuente de problemas y sólo recurre a él para unas labores muy definidas, y por imperativo legal.

Quizá tenga que ver también con el hecho de que durante un tiempo se haya potenciado mucho la arquitectura de autor.

Hay esa imagen, pero en realidad no es una profesión de autor, y cada vez menos. La figura del arquitecto se desmitificó, pero en el mal sentido, se le perdió el respeto. Hoy en día se nos ve fundamentalmente como conseguidores de licencias y macizadores de espacio. El bum inmobiliario produjo una autocontaminación.

En el programa con el que concurrió a las elecciones apostaba por explorar nuevas vías de negocio, por ejemplo, ofreciendo servicios de estudios de mercado a las administraciones. ¿Tienen ya alguna propuesta?

Se ha empezado a trabajar en algunos temas relacionados con identidad de barrio, estudios de color..., aunque no hay nada cerrado. Se trata de llegar a acuerdos con ayuntamientos para desarrollar áreas parciales y complementarias del desarrollo urbanístico que no cubren otros profesionales.

¿Cómo va el proyecto de la ventanilla única?

Hace tiempo que funciona el visado digital, pero el siguiente paso, en el que se está trabajando y que va a llevar tiempo, es que el colegio pueda remitirlo también digitalmente al ayuntamiento, con lo que se ganará tiempo y se ahorrará papel. Además, buscamos llegar a un acuerdo con los ayuntamientos para que no tengan que revisar todo el proyecto que ya visa el colegio, sino sólo lo que competa a la normativa propia de su concello, sin menoscabo a la competencia municipal de conceder o no licencia, que seguirá siendo de los ayuntamientos. El Colegio de Arquitectos de Galicia tiene las herramientas informáticas necesarias para que eso se pueda hacer, es el único de España, se está exportando a otros colegios y las están comprando empresas informáticas punteras.

La proliferación de normativa urbanística y edificatoria en los últimos años ha sido bestial. ¿Cómo ha afectado a la profesión y a la sociedad?

La normativa siempre busca dar más garantías, que las prestaciones respondan a unos estándares. En ese sentido es positiva, pero el problema es que no se dieron herramientas en paralelo a los arquitectos. El trabajo es cada vez más exhaustivo y amplio, el proyecto ha crecido mucho, y las tarifas son las mismas. El porcentaje de tiempo que hay que dedicar al estudio de la legislación (nuevas normas, corrección de errores, instrucciones de interpretación...) cada vez es mayor, y eso disminuye el tiempo de atención a la arquitectura. Quedan garantizadas las prestaciones legales, cada vez somos más arquitectos legalistas, pero no culturales. Y por encima muchas exigencias son discutibles.

¿Y eso puede acabar emprobreciendo la arquitectura?

Rotundamente sí, porque no se valoran los aspectos culturales, la oportunidad. En las torres del Garañón tenemos un ejemplo. Cumplen la normativa, ¿pero queremos eso ahí? Cuando construimos no pensamos en que ese edificio va a estar ahí como mínimo 50 años. Esa es la reflexión que falta.

Dice que algunas exigencias son discutibles. ¿Por ejemplo?

En el Código Técnico de la Edificación, por ejemplo, las exigencias de pérdidas térmicas se contradicen con las de ventilación, y en la primera versión, que ya fue corregida, se exigía el reciclado de las aguas grises de los edificios, es decir que el agua de los lavabos fuera a los váteres, pero era tremendamente complejo y caro. La diferencia entre el beneficio y el coste era muy grande. Otro ejemplo, acaban de salir instrucciones interpretativas de cuatro aspectos de la Lei do Solo, que fue aprobada en 2002, con una primera modificación en 2004.

La Xunta acaba de dar el visto bueno a buena parte del Plan Xeral de Ordenación Municipal (PXOM) de Lugo. ¿Cómo lo ve?

A estas alturas, lo importante es que lo haya, como sea, porque siempre hay instrumentos para corregirlo. Un plan general es imprescindible, porque es lo que marca las reglas de juego, y luego se puede mejorar. Hay áreas que ya quedan pendientes de desarrollos posteriores... Pero en general el de Lugo lo veo bien, con las salvedades que todo el mundo sabe.

¿A cuáles se refiere?

Pues, por ejemplo, la no calificación de todo el suelo.

Y la ciudad, ¿cómo la ve? ¿Qué opina del crecimiento que fue teniendo hasta ahora?

Para empezar, toda colectividad tiene la ciudad que se merece. Lugo, y Galicia en general, peca de falta de conciencia urbana y colectiva, somos muy de mirar el beneficio de nuestra leira. Es increíble que la ciudad no se echara a la calle para evitar que una empresa extranjera se comiera la orilla del río, por ejemplo. El crecimiento fue bueno mientras fue natural, hasta que empezó la especulación. A partir de ahí tuvo un mal crecimiento, teniendo en cuenta sus posibilidades. El problema, además, es que Lugo es muy sensible, no es una planicie castellana, tiene río, bosque, camino de Santiago..., pero pese a todo eso se planifica en plano. Tú pregunta a la gente que entra a Lugo por la carretera de A Fonsagrada, o por la de Santiago... Hombre, se hizo el paseo del Rato, tenemos un puente nuevo, aunque esté ahí metido a calzador... Se han hecho cosas buenas, aunque fuera a machetazos.

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