''Pues bebe hasta reventar''

Eso es, al fin y al cabo, lo que ven a diario en la unidad de Cruz Roja que se ocupa de los toxicómanos. Da que pensar, porque son personas que dan miedo a casi todo el mundo cuando se cruzan por la calle, pero hasta llegar ahí les han pasado muchas cosas que a lo mejor se podrían haber evitado.

Un ejemplo, hace unos días ha estado circulando por Lugo un folleto con el lema «pues bebe hasta reventar». Bien triste.

Estas noches semiveraniegas se veía en la zona centro de Lugo un estupendo ambiente de vinos y gente disfrutando de las terrazas. Era una muestra de lo mejor que pueden ofrecer los bares en una cultura como la lucense: espacios para la charla, la diversión, el encuentro... Lugares, al fin y al cabo para disfrutar, no para destrozarse la vida.

A ese buen ambiente contribuyen los clientes, desde luego, pero también los hosteleros, que en muchas zonas de Lugo han sabido convertir sus locales en lugares donde la gente consume, desde luego, pero también disfruta.

Viendo lo bien que funciona ese modelo, sorprende que la apuesta de algunos desaprensivos sea la del «bebe hasta reventar». Supone que aspiran a sacarse unos euros, quizás ni siquiera muchos, creando mal ambiente y conduciendo a sus potenciales clientes hacia los lados más oscuros de la vida.

El cliente puede elegir y dar de lado a quien le invita a dejarse ir y tirar su vida dentro de una copa, dirán muchos. Puede. Pero los ejemplos cuentan y, sobre todo, para los jóvenes, los desesperados o los caracteres más inestables igual no es tan fácil decir no a esas ofertas frívolas, aunque al final lleven al infierno.

Ese «bebe hasta reventar» se ve a menudo en muchos botellones. En la zona del Parque son habituales y observar a los participantes puede ser desolador. A veces uno se pregunta si los chavales que asisten, borrachos como cubas, tienen padres o siquiera alguien que les quiera un poco. Es difícil entender que auténticos niños puedan si no caer en semejante grado de deterioro sin que nadie ponga remedio. Hay bares en los que, aunque dejen de ganar, no quieren ni de broma que esos chavales entren. Al final, solo les van a llevar problemas, piensan. Y seguramente aciertan.

Al final, lo que se plantea es un problema de modelos. Está el del buen vivir que disfrutan casi todos los lucenses cuando salen a tomar algo y disfrutar de la ciudad y de los amigos y está el de los que solo saben acabar mal la noche.

Muchos de esos, tristemente, pueden acabar al final en servicios como los que ofrece Cruz Roja, donde se trabaja para que quienes se perdieron lo mejor por las drogas o el alcohol puedan volver a ver el lado bueno de la vida.

Y mientras unos luchan por salir otros se enfrentan al riesgo que nadie controla de que les den de beber hasta reventar.

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