Preguerra

Esta semana hemos vivido tiempos de pre guerra que han traído a los más viejos el recuerdo de la República, a los de mi época, los meses previos al 23-F, y a los de generaciones posteriores, que ni oyeron hablar de Franco ni de Tejero, ni muestran el mayor interés histórico, el desconcierto y la curiosidad por el temor de sus mayores.

Durante unos días el país ha estado casi paralizado, en unos lugares más que en otros, con una huelga o un paro, según de quien se hable, que ha dejado desabastecidos muchos mercados y que ha lanzado a muchos ciudadanos a hacer acopio de víveres por lo que pudiese venir.

Y no es para menos porque no sólo los camioneros tomaron las carreteras españolas sino que la flota pesquera decidió también amarrar a puerto sus barcos con lo cual, tampoco había una sardina que llevarse a la boca.

De lo que no hay duda es que se han vivido unos días con la sensación de violencia, y no ha sido sólo sensación porque ahí están los enfrentamientos entre camioneros o marineros y armadores con la policía, con numerosos heridos, camiones quemados con algunos con los conductores dentro mientras dormían e incluso un huelguista muerto por atropello.

Esa sensación de desprotección se ha visto en las ferias gallegas, prácticamente sin ganado; en la falta de combustible en las gasolineras o, cuando lo había, con protección policial; miles de litros de leche y de pescado tirados, en un claro desprecio a la abundancia y a los que pasan hambre pues podían haberse regalado o puesto a la venta directa para chingar a los intermediarios y de paso, probar así nuevas opciones de mercado, finalmente, como siempre, los empresarios oportunistas que aprovechan el río revuelto para anunciar despidos, cierres o vacaciones obligadas.

Hay que pensar por lo tanto si con todo ello se han respetado los derechos de los ciudadanos, ajenos en parte a estos conflictos, aunque bien pensado, después de la jornada de 65 horas semanales que nos quieren meter los mandatarios europeos, ya casi no queda por donde darnos a los currantes.

La situación ha sido bastante extrema pero lo más lamentable es que ya se veía venir y nadie ha hecho nada: los camioneros ya lo habían anunciado hace un par de meses y no digamos ya la flota pesquera pero todo ha sido largar balones fuera y esperar a que las cosas fuesen resvalando.

Ha sido un mal ejemplo, sobre todo porque muchos colectivos se van a creer que sólo resolverán sus problemas con la violencia y eso, todos lo sabemos, conlleva un grave riesgo para la convivencia.

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