A pesar de todo, ayer fui a votar

Ayer fui a votar. Cogí la papeleta, la metí en un sobre y para dentro. Después de dejar mi voto en la urna no me sentí ni mejor ni peor. Hay momentos en la vida en que uno ya no sabe si vota por convicción, por descarte o porque sí. En todo caso, no se debe olvidar que siempre implica una responsabilidad. Las elecciones no son una verbena. Son un proceso en el que se elige a personas que decidirán cosas importantes para la vida de mucha gente. Por eso, hay que tomárselo en serio. No está mal que haya una jornada de reflexión, aunque lamentablemente muchos electores ya vienen reflexionados de serie.

Esta misma semana nos enteramos de que la Cruz Roja y el ministerio de los tres medios, antes de Agricultura, repartirán en mayo unos 346.000 kilos de comida entre más de 11.500 personas necesitadas de nuestra provincia. Hubo que aumentar las existencias porque la situación económica ha multiplicado la demanda. También los comedores sociales atienden cada día a más gente.

En la inauguración del primer Salón de la Vivienda de Lugo, supimos que unas 100.000 personas se han ido al paro en los últimos años como consecuencia de la crisis en el sector de la construcción. El presidente de los promotores gallegos, Juan José Yáñez, también nos explicó que muchas familias no pueden acceder a una casa porque las entidades financieras han cortado los créditos.

Además, en los últimos siete días he sabido que una buena amiga lleva varios meses en el paro, después de que el empresario para el que trabajó lealmente durante más de un lustro la dejase en la calle a las primeras de cambio, se negase a pagarle la indemnización que le corresponde y encima la coaccionase con ayuda de un abogado para evitar que reclamase sus derechos.

Todo esto en la misma semana en la que hemos tenido que verle la jeta hasta en la sopa a un señor francés que descansa su soberbia en habitaciones de tres mil euros la noche, con dinero que llega de la clase trabajadora, y cuya prepotencia le hace pensar, supuestamente, que puede disponer de las personas a su antojo o incluso, si se tercia, recuperar el medieval derecho de pernada.

Una semana en la que hemos asistido al final de una campaña enturbiada por panfletos ilegales, anónimos deleznables, acusaciones carentes del más mínimo respeto por el juego limpio, informaciones sesgadas y todo un elenco de acciones reprobables que no dejan en muy buen lugar a una parte de la clase política.

Con semejante panorama, uno pasa por la Praza Maior y se encuentra a un grupo de jóvenes ‘indignados’ con lo que les está tocando vivir. Exhiben pancartas en las que se puede leer «tu protesta vale más que tu voto» o «demasiado chorizo para tan poco pan».

Te pone a pensar, pero la jornada de reflexión ya ha pasado. Ayer fui a votar.

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