Padres y docentes, favorables con condiciones a ampliar la enseñanza obligatoria hasta los 18

Si la última propuesta del ministro de Educación, Ángel Gabilondo, acaba fraguando, todos los jóvenes estarán vinculados obligatoriamente al colegio hasta la mayoría de edad: 18 años. El ministro lanzó como un globo sonda la posibilidad de extender la educación obligatoria —ahora termina a los 16—y prendió de nuevo el debate en el sector educativo. Entre padres y docentes no hay una opinión ni unánime ni bien formada porque la propuesta es muy vaga. La medida, apuntan la mayoría de profesores y directores de centros de Lugo consultados, no es buena ni mala en sí misma, depende de cómo se articule. Puede convertir los institutos en "centros de parados" u ofrecer a los jóvenes una mejor formación, flexible y bien fundada. Pero para esto último, habría que reformar el sistema educativo y, como sucede en otras aspectos relacionados con la educación, incrementar medios humanos y materiales.

Olga Díez, directora del Lucus Augusti, considera "una verdadera locura" extender el sistema tal y como existe, sin más. "Ya resulta difícil mantenerlos hasta los 16 en los casos en que no quieren estudiar, ya no digo hasta los 18; parece que en lugar de profesores somos cuidadores", dice. El sistema, aclara, debe buscar una salida y "otro tipo de enseñanza" para quienes, ya antes de los 16, se descuelgan del ritmo educativo porque no hallan nada que les motive. Y ese es el reto, asegura, independientemente de cuál sea la edad obligatoria de escolarización.

Un joven sin motivación ni interés da en clase dos tipos de perfil: "El típico que desiste, está ahí sentado y no avanza, que se margina", ante el que los profesores se ven impotentes porque "el apoyo que se puede dar es limitado con 30 alumnos por clase y el profesorado justo". Y está "el que molesta, que da la lata, y que tampoco tienes recursos para hacer nada".

Olga Díaz asegura que en cualquiera de los dos casos, la receptividad de los alumnos da un vuelco cuando comienzan con enseñanzas más prácticas, enfocadas a un sector profesional concreto a través de los ciclos. "Se dan muchos casos en los que estos alumnos desmotivados se convierten en excelentes trabajadores o mejoran mucho el rendimiento académico en la formación profesional".

Su diagnóstico se puede hacer extensivo al resto de docentes consultados. Para José Gayoso, director del IES A Nosa Señora dos Ollos Grandes, ampliar la edad obligatoria "es positivo, porque va a ampliar la formación de los chicos" en un mundo cada vez más competitivo. Cierto que habrá casos concretos para quienes permanecen en el centro será una tortura, pero "los sistemas educativos se hacen pensando en el interés general, no en casos particulares", indica Gayoso.

También él matiza que "a lo mejor habría que buscar un sistema más flexible, porque el que tenemos es muy rígido", y elementos motivadores, como "grupos más reducidos y otra forma de trabajar, con más medios". Además, "la formación profesional tiene que tener un impulso mucho mayor" para retener a estos jóvenes que no terminan, y que, se pregunta Gayoso, "¿a dónde van? a ningún sitio, porque hoy la sociedad del conocimiento requiere personas cada vez mejor formadas".

Juan Antonio López, de As Mercedes, apunta que "si se trata de alargarlo sin más, parece que es evitar que haya gente en el Inem, trasladar a los centros un problema que no es nuestro". Pero, como los demás, matiza que "depende" de cómo se articule la medida.

María Ángela Gómez, directora del Sanxillao, resalta también que los Programas de Cualificación Profesional Inicial —a los que pueden incorporarse con 15 años cuando hay grave riesgo de abandono temprano— "tienen mucho éxito" en el caso de alumnos que no quieren seguir estudiando y señala que "la solución no es prolongar sin más el sistema", sino dar opciones diferentes. Estudiar, dice, cada vez les cuesta más a los jóvenes, "porque supone sacrificio y el entorno se hace más cómodo y no lo favorece", concluye.

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