Ocio al límite de la aventura

Javier núñez conoce bien la arena blanca, el espeso verdor y el fuerte oleaje de la playa de Doniños de Ferrol y de otros muchos paraísos naturales gallegos. Claro que la perspectiva desde la que él la observa dista mucho de la de cualquier transeúnte, pues Javier, junto a algún que otro valiente, suele sobrevolar la zona en parapente a más de 2.000 metros de altitud. Y sufre vértigo. «En canto quitas os pés do chan xa non existe», afirma.

Para él, el parapente no es un deporte ni un pasatiempo cualquiera, sino toda «unha forma de vida». Durante 14 años acompañó a su hermano Manuel, director de la escuela Parapente Galicia, en sus vuelos, hasta que decidió probarlo y no pudo dejarlo desde entonces.«Enganchoume», confiesa. Por este motivo, cada vez que tiene ocasión, cambia los utensilios de odontología que vende en la tienda en la que trabaja a diario por el equipo de parapente los fines de semana, momento en el que ejerce de monitor de esta especialidad de vuelo.

«Sempre que o tempo o permite vou á praia de Doniños ou á de Ponzos, que son as áreas nas que voamos pola seguridade que ofrecen», explica. Y es que, en las alturas, no hay nada que temer. «Saber dicir non é o 90% da seguridade. Ademais, nós traballamos con equipos homologados que ofrecen unha grande seguridade pasiva. A min o único que me pasou foi que nunha ocasión tiven un pequeño tropezón e sufrín un esguince nun nocello», indica.

Así que, sin preocupación alguna, lo único que queda es disfrutar del viaje surcando el cielo. «No parapente estás relaxado. Non é un subidón de adrenalina, é algo moi pausado, podes contemplar a paisaxe e tomar fotos. Fágoo porque me gusta a natureza e a tranquilidade», dice.

Eso sí, advierte que en las alturas «se queres guerra podemos darcha». Y es que, para los más atrevidos, el parapente también ofrece la posibilidad de realizar giros vertiginosos. «Podemos xirar en ángulos de 30 ou 40 grados rexistrando unha maior sensibilidade. No voo acrobático é posible executar fortes descensos e acadar máis altura”, explica Javier.

Por el momento, ya ha convencido a Diana Vigo, su compañera de trabajo, para que se apunte a las escapadas del fin de semana. “Fun só en dúas ocasións movida pola curiosidade, non me gustan demasiado os deportes de risco e levaba a idea de que me daría moita impresión, pero é certo que a sensación é de total tranquilidade», corrobora Diana. Sin embargo, no ha vuelto a repetir. «Non volvín porque me gusta probar cousas distintas, non ser asidua a unha actividade soa», señala.

Otros aventureros se atreven con las rutas más peligrosas pero, eso sí, siempre que tengan los pies en la tierra.

ALEJANDRO GONZÁLEZ, miembro del club excursionista Acivro, quiso conocer el Pirineo Aragonés de una forma distinta. Recorrió el parque nacional de Ordesa «por senderos de 30 o 40 centrímetros frente a un abismo de 2.400 metros de altura», indica. Está claro que lo suyo es atravesar los tramos más complicados: «En un trayecto de ocho horas por la reserva natural de Muniellos en Asturias cruzamos pasos delicados en los que había que aferrarse a un cable para continuar», dice.

Lejos de asustarle, el reto le motiva. «Me gustan más las rutas con dificultad. Me impulsa a recorrerlas un afán de superación, el subidón de adrenalina, la necesidad de saber donde está el límite de mis posibilidades y la oportunidad de hacer cosas que se escapan de la rutina. Además, soy un biólogo frustrado, ya que estudié la carrera pero no ejerzo, y este tipo de excursiones me sirven para mantener el contacto con la naturaleza además de hacer ejercicio», explica. Sin embargo, Alejandro reconoce que «es algo que no aguanta cualquiera. Hay que hacerlo cuando eres joven y tienes una buena forma física».

Otro amante de la montaña es José Manuel P. quien a sus 53 años acaba de subir el Atlas marroquí, de 4.000 metros de altura. Algo que, después de haber alcanzado la cima del Kilimanjaro, en Tanzania, de 6.000 metros; o la del Aconcagua ,en Argentina, de casi 7.000 metros, le ha resultado poco más que un paseo. «Me gusta muchísimo la naturaleza y esto me lo tomo además como un reto personal. Claro que, en la montaña, todos coinciden en que el 80% del tiempo es aburrimiento y el 20% restante satisfacción, sólo una vez que alcanzas la cima», reconoce José Manuel.

A él siempre le atrajo la naturaleza salvaje del monte. Comenzó explorando los parajes de la aldea en la que vivía hace más de treinta años. No obstante, aquellas rutas de juventud pronto le supieron a poco y decidió probar con los picos más altos del planeta. José Manuel no tardó en descubrir todo un desierto de roca, pues, cuando llegan a las zonas más elevadas los montañistas pasan a ser los amos del terreno. «Es todo piedra, no hay ningún bicho viviente», asegura. Sin embargo, José Manuel cree que conseguir retos como estos no resulta tan complicado. «Hay que seguir ciertas recomendaciones, como beber un mínimo de tres litros de agua al día, porque picos como el Aconcagua son extremadamente secos, y hay que realizar periodos de aclimatación, motivo por el que subir unos 7.000 metros puede llevar 14 días. No obstante, lo único que hace falta es que no te afecte la altitud y contar con una mínima preparación física», aconseja.

Los que sin duda tienen un fondo físico extraordinario son los atletas ISMAEL FERNÁNDEZ y ÓSCAR VÁZQUEZ, quienes no contentos con competir por los emplazamientos habituales se han dado a la carrera por lugares como el Mont Blanc en rutas de hasta 98 kilómetros.

La especialidad de Ismael son los trayectos de resistencia. «En el maratón Des Sables recorrí 240 kilómetros por el desierto del Sáhara en una semana. El tercer día corrimos con una temperatura de 52 grados; ahí el desierto te parece una gran paella en la que te estás haciendo vuelta y vuelta. Además, eres tú el que carga con todo el equipo, se trata de una carrera de autosuficiencia», precisa.

Su compañero Óscar, que ha completado retos similares, ha probado además la ‘raid aventura’, una competición multidisciplinar en la que ha tenido que echar mano de todas sus habilidades. «Ahí no existe ningún tipo de marcaje como en la montaña. Se basa sobre todo en la orientación. Te dan unos mapas, unos puntos de control y un tiempo para terminar el trayecto en el que combinas tirolinas, descenso por barrancos, carrera en bicicleta de montaña o piragüismo». Está visto que a los aventureros nada se les resiste en tierra, mar y aire.

DESAFÍOS

  • ¿Te atreves a probar? Cualquier intrépido lucense que desee sumergirse en estas aventuras puede hacerlo sin necesidad de desplazarse ni de gastar demasiado. Los que quieran sentir la esencia de la montaña por las rutas más hermosas tienen la oportunidad de hacerlo entrando en acivro.blogspot.com, un club de senderismo donde una jornada de aventura puede costar unos 25 euros.
  • Novias a la fuga por los aires. Ahora, las casaderas escapan al vuelo. Javier Núñez, uno de los monitores de parapente, explica que esta práctica se está haciendo cada vez más popular para celebrar los cumpleaños o las despedidas de soltera. «Traen á futura esposa enganada e, as demais, cando ven como é, deciden probalo», explica Javier.
  • Propuestas. Para los que quieran volar como un ave por un día, en parapentegalicia.com hay vuelos biplaza, en compañía de un instructor por unos 50 euros. Además, tal y como indica Javier, aprender a volar con este equipo no resulta demasiado complicado. «En un par de fines de semana, calquera persoa, aínda que antes non soubera nada de voar, é capaz de controlar o parapente dirixida por radio, sempre que as condicións climatolóxicas sexan completamente favorables», explica el monitor.

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