No siempre es cuestión de peso

Raquel Rodríguez llegó al mundo en la Nochebuena de hace siete años. En la Unidad de Prematuros del Xeral-Calde no la han olvidado, todo lo contrario. Es el ejemplo viviente de una historia con final feliz. Nació en la semana 25 con sólo 500 gramos, lo que la convirtió en el caso paradigmático de que el peso no lo es todo.

Su madre, Sara, ingresó en la semana 22 de embarazo. De casualidad lo hizo en Lugo, donde estaba de visita, ya que reside en A Coruña. Pasó tres semanas sin moverse hasta que fue preciso interrumpirle el embarazo por riesgo de que sufriera una infección que pusiera su vida en peligro. Los médicos advirtieron a Sara de las escasas posibilidades de nacer viva que tenía la niña, pero ésta, cuando se le empezó a pasar el efecto de la epidural, notaba que se movía. Como todas las madres de prematuros, su esperanza permaneció intacta hasta el final. "Cuando nació y supe que estaba viva me dijeron, y nunca lo olvidaré, no te hagas ilusiones que no es viable", recuerda.

Los pulmones de Raquel eran inmaduros y, como otros niños prematuros, sufría apneas que dejaban a sus padres cuando la visitaban con el corazón en un puño. Salió de la unidad con 4 meses y 2,5 kilos. Un niño de ese tiempo suele pesar entre 6 y 7.

Sara cuenta que, al margen de la constitución menuda de Raquel y de su tardanza en empezar a andar, no existe diferencia con otros niños de su edad.

El caso de Raquel es la cara amable. Justo la contraria a la del hijo de Ana. Como Raquel, fue el segundo niño, sin que en los casos anteriores hubiera problema alguno. El pequeño nació en la semana 24, con 700 gramos de peso. Ana pasó con anterioridad un mes en reposo, en el que sufrió un coágulo en un pulmón. "Fue cuestión de suerte, si hubiera sido en otro sitio podría haber muerto", dice.

Como Sara, pese a las previsiones poco halagüeñas, tenía toda la ilusión de que su hijo saliera adelante, sin pensar en ningún momento en las secuelas. "Ahora es lo único que me ayuda a tirar para adelante, pensar que los grandes prematuros pueden tener muchos problemas", explica. Los 18 días que su hijo pasó en la unidad, Ana percibió "cómo movía la cabeza cuando escuchaba mi voz, cómo me agarraba el dedo... verlo hacer cualquier cosa parece un milagro".

El bebé tenía los pulmones inmaduros y falleció de una crisis cardiorrespiratoria. Coincidió con su presencia. "Murió en mis manos", cuenta Ana, que, pese al fatal desenlace y a lo que le ha afectado, se alegra de haber tenido la oportunidad de conocer a su hijo.

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