Nadie me conoce como tú, Google

CUANDO PIENSO en la cantidad de información que proporciono sobre mi misma cada día me entran mareos. Aunque no se me ocurre sujeto menos interesante, soy consciente de que en muchos ámbitos sí puede ser clave conocerme, conocernos a todos. El supermercado puede hacerse una idea de cómo soy bastante aproximada gracias a mis compras. Con esa información, puede incluirme en un grupo determinado y enviar publicidad que va a llenarme el ojo más que los folletos genéricos. No les digo lo que sabe el banco, no solo cuánto gano, sino sobre todo, en qué me lo gasto. La compañía telefónica sabe si cruzo una frontera; la perfumería de la que tengo una tarjeta de cliente, si tengo una debilidad por una determinada marca; las tiendas de ropa, si soy una clienta asidua o no, si pago enseguida o fracciono; el Sergas y todos los que puedan acceder a mi historia clínica mis padecimientos desde la infancia.

Combinados todos los ficheros, empresas y administraciones me conocerían mejor que mi madre. Y aún así, nadie me conoce como Google. Cualquier persona que, como yo, utilice internet a diario se revela ante la pantalla como nunca haría ante el psicoanalista más avezado y perspicaz. En función de decenas de algoritmos —que van desde tus búsquedas habituales hasta el lugar en el que te encuentras o el tipo de ordenador que usas— diseña una búsqueda personalizada en base al conocimiento que tiene de ti. Un ejemplo básico: si busco Lugo desde el ordenador de este periódico las búsquedas que arroja, por ese orden, son las webs del CD Lugo, del Concello, entrada de la wikipedia de nuestra ciudad, Diputación... Si un periodista paraguayo hace lo propio sus primeras entradas serán, con toda seguridad, acerca del destituido presidente Lugo.

Se supone que, de esa forma, el buscador es capaz de ofrecernos de forma preferente la información que nos interesa. Pero, tal y como nos avisa Eli Parriser en ‘El filtro de la burbuja’, no sabemos lo que excluye. De alguna forma, garantiza la perpetuidad de nuestro pensamiento al exponernos a pocas cuestiones ajenas a él. Difícilmente una persona que, por ejemplo, busca desde su ordenador información de asociaciones provida se encontrará después en las primeras pantallas de sus búsquedas webs a favor del aborto.

No solo Google lo hace, también utiliza ese mismo sistema de conservación de búsquedas Facebook y portales de noticias o algunos medios de comunicación. Por eso, en este océano de
información, en la época en la que más sencillo resulta acceder a ella por lejos que se encuentre, no paro de preguntarme qué me estaré perdiendo.

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