Mi vida gracias a ti

Mercedes Hermida acaba de desconectarse de la máquina de diálisis. Han sido cuatro horas. La tercera vez en siete días. Este mes ha tenido una sesión semanal más debido a un pequeño infarto cerebral que sufrió hace poco. Las venas de su brazo izquierdo son una montaña rusa asentada sobre enormes hematomas. El ánimo con el que saluda y la sonrisa son engañosos, porque cuando se levanta y camina apenas puede evitar dar tumbos. No se sabe de dónde, pero aún saca energía para subir sin paradas las empinadas escaleras que llevan al segundo piso sin ascensor en el que vive.

Le diagnosticaron diabetes cuando tenía 14 años y la enfermedad se la fue comiendo poco. Hace 16 empezaron sus problemas con el riñón; poco después comenzó a fallar el páncreas; hace 14 años perdió la vista. En el 2002 ya se convirtió en "esclava" de la máquina de diálisis: "Ocho años pueden parecer pocos, pero para nosotros es mucho", explica con entereza, "te dan mareos, a veces pierdes el sentido, te pasas cuatro horas en la misma posición y acabas con calambres, acabas con las venas destrozadas... No es una vida fácil".

La esperanza le llegó en forma de trasplante hace cuatro años. Un riñón y un páncreas de una joven de 19 años muerta en accidente de tráfico. "Estuve tres meses hospitalizada en el Canalejo. La operación duró ocho horas. Tengo dos buenas rajas en la barriga. Ya me dijeron: "Tú, bikini no vuelves a usar", bromea.

Pero la alegría duró poco, porque a los cuatro días de la operación "falló el riñón, y ocho días después se estropeó el páncreas. Tuve muchas complicaciones, los médicos no contaban con que saliera viva, pero yo dije que de esa no me iba, que yo me iba para mi casa otra vez".

Como un trabajo
En su casa, la cocina está llena de cajas de medicamentos por todos los sitios. Incluso el microondas ha perdido su función y ejerce de armario para las medicinas. Insulina y casi una decena de pastillas diarias. Ninguna para la depresión, porque no necesita: "Me tomo la diálisis como ir al trabajo, es algo que tengo que hacer. La verdad es que no me he tomado tan mal lo que me ha ido pasando, ni siquiera la ceguera. Es lo que tengo y si lo acepto vivo mucho mejor. Muchos otros se hunden en mi situación, pero yo siempre tuve buen humor. Lo único que no quiero es que mi familia se sienta mal por verme a mí mal, prefiero que me vean alegre y que disfruten ellos de la vida. Hay que ser positiva".

Dicho y hecho. Según salió de su trasplante fallido se volvió a apuntar en la lista de espera. "Hay muchos que se rinden, cogen miedo. A mí no me da miedo la operación, lo malo es lo de después". Pero ni siquiera lo de después es tan malo como lo de ahora, como "ser esclava de la máquina". Por eso tiene a mano, como todos los que esperan un trasplante, la maleta echa para salir pitando en cuanto la llamen: "Seguro que está la ropa toda arrugada, pero no importa. Ya me avisaron dos veces, aunque cuando llegué al Canalejo los órganos no eran lo suficientemente compatibles".

Eso no le hace perder la ilusión, porque confía en el sistema sanitario, en unos médicos "capaces de darnos una segunda oportunidad para vivir" y en la generosidad de las personas que donan sus órganos, bien porque se hicieron donantes en vida y o porque sus familiares así lo han decidido. "Yo tuve mala suerte con los trasplantes, pero estoy muy agradecida a la donante y a los médicos. Seguro que la próxima vez funciona. Sé que el trasplante es temporal, que la media suele de ser de unos 12 años antes de que empiecen a fallar de nuevo, pero algunos han durado hasta 35. Yo me conformaba aunque sólo fuera con tres, pero alejada de la máquina de diálisis".

No es mucho pedir después de cuatro años aguardando una llamada con la esperanza arrugada en una maleta.

63 LUCENSES ESTÁN ESPERANDO UN TRASPLANTE (pinche para ampliar)

Las listas de la Oficina de Coordinación de Trasplantes de Galicia incluyen a 63 lucenses. De ellos, tres están esperando un pulmón, otros tres, un hígado, y los 57 restantes, un riñón. De estos 57, uno necesita además un páncreas.

No obstante, ninguno de ellos están calificado como de Urgencia 0, es decir, aquellas personas que necesitan un nuevo órgano en 72 horas o pueden morir. Fuera de esa Urgencia 0, no se está más arriba o más abajo en la lista, como en el caso de las consultas médicas, sino que todos tiene la misma consideración y se decide en función de la compatibilidad de los órganos disponibles.

Sólo en caso de que dos candidatos tengan el mismo nivel de compatibilidad y de necesidad se toma en cuenta el tiempo que cada uno lleva en la lista de espera.

Además, hay que tener en cuenta que en los trasplantes no sólo entra en juego la compatibilidad de grupo sanguíneo, sino que en el caso del pulmón y el hígado también se analizan factores como el tamaño del órgano.

SEIS LUCENSES HAN DONADO SUS ÓRGANOS ESTE AÑO (pinche para ampliar)

En lo que va de año, seis lucenses han donado sus órganos, tres en el área sanitaria del Xeral y otros tantos en la de A Mariña. Son el doble que los que se contabilizaban el año pasado en estas mismas fechas.

Los datos los aporta Jacinto Sánchez, director de la Oficina de Coordinación de Trasplantes de Galicia, que detalla además que en 2010 ya hay siete lucenses que han recibido un riñón. Según Sánchez, en el caso de los trasplantes de riñón en Galicia la opción del donante vivo se ha situado ya en primera posición, debido también a la bajada en el número de muertos en carretera.

El coordinador gallego también llama la atención sobre los trasplantes de tejidos, que  se sitúan en cinco para cada trasplante de órgano. En este sentido, destaca la elevada actividad del Xeral en este tipo de trasplantes, que incluyen desde médula a córnea o tejidos vascular y óseo. Éste último está dando muy buenos resultados para prótesis.

LA NEGATIVA DE LAS FAMILIAS A LA DONACIÓN SUFRE UN REPUNTE (pinche para ampliar)

La asociación de enfermos renales Alcer Lugo realizó una petición muy sencilla con motivo del Día Internacional del Donante: que cada lucense dedique unos minutos a hablar con sus familiares más directos para saber su voluntad respecto a la donación de órganos cuando mueran.

El objetivo es rebajar la tasa de negativas familiares en Galicia, que el año pasado se situó en el 30 por ciento después de haber llegado a situarse en el 20%. No es una mala cifra si se tiene en cuenta que esa tase de negativas era hace 10 años del 35%, pero sí lo es si se compara con el 17% de media que tiene España.

Jacinto Sánchez achaca este elevado rechazo a la donación a la arraigada cultura de la muerte gallega y al envejecimiento de la población, pero confía en los resultados que están obteniendo las distintas campañas entre los jóvenes: el 90% asegura que donarán sus órganos.

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