Menos da una piedra

No puedo evitar cierta corriente de simpatía hacia los estudiantes que han tomado la decisión de convertir la Biblioteca Intercentros en una plataforma para protestar por lo que consideran injusto. Se puede estar de acuerdo o no con sus motivos o incluso con la forma elegida para expresar su malestar. Sin embargo, resulta estimulante que los jóvenes, aunque no sean todos, se sacudan esa pátina de indolencia que algunos les atribuyen.

Es probable que su gesto no altere demasiado los planes de los que tienen que tomar las decisiones más duras, pero al menos ejercen su derecho a discrepar. Tampoco está de más recordar que lo han hecho, al menos hasta ahora, de un modo correcto. Las formas también son importantes a la hora de expresar las ideas. No pueden otorgar la razón a quien no la tiene, pero sin duda pueden arrebatársela incluso al que va sobrado de argumentos.

El encierro comenzó hace más de una semana y la presencia de los estudiantes no ha provocado ninguna alteración relevante del orden público. El propio vicerrector se sentó en el suelo de la biblioteca para escuchar las palabras de sus alumnos. Al final, la universidad permitió la apertura de una de las salas de lectura durante toda la noche. A cambio, los manifestantes se comprometieron a mantener unas mínimas normas de conducta. Sin más aspavientos. No hubo reacciones viscerales ni amenazas de desalojo. «Hay que sentir el pensamiento y pensar el sentimiento», decía Unamuno.

Hace unos días, caída ya la noche, un grupo de jóvenes, sentados en círculo sobre un pequeño trozo de césped, debatía frente al edificio de la biblioteca. Sin megáfonos ni pancartas, hablaban sobre la progresiva degradación del sistema universitario, la hipotética subida de las matrículas y las consecuencias que pueden provocar los recortes en becas y proyectos de investigación. Sentí cierta nostalgia. Un poco de envidia, quizás, por lo que va quedando atrás con el paso de los años. De la sana, no de la otra. No hace tanto, éramos otros los que protestábamos por el incremento de las tasas frente al Parlamento.

Evidentemente, no son los primeros en salir a la calle para hacer frente a decisiones que pueden complicar su futuro o mermar la calidad de la educación que van a recibir. De todas formas, lo suyo tiene mucho mérito. Con la que está cayendo, no parece probable que determinadas decisiones tengan marcha atrás. Por eso, también llama la atención que sean insensibles al desaliento.

Algo positivo saldrá de todo esto. Algunos universitarios acuartelados en la Intercentros han decidido que la mejor forma de protestar es estudiar durante toda la noche. Si cumplen su promesa, tan singular forma de manifestación servirá, al menos, para que el Campus de Lugo presuma de unos cuantos expedientes brillantes. Menos da una piedra.

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El Ayuntamiento pregunta por las titulaciones y Educación dice que las reforzará

Ante una posible reducción de titulaciones en Lugo, el Ayuntamiento pidió explicaciones. Educación matizó que habrá que racionalizar la oferta, pero dijo que su intención es reforzar el campus en el sistema universitario gallego. Ante la duda, el gobierno local tenía la obligación de preguntar y la Xunta de responder. Aclarado queda, de momento.

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