Memoria viva de la Avenida

La escritora Nieves Villanueva, el exconcejal Ramón González y quien durante dos décadas fue pedáneo de A Milagrosa, Manuel Pardo, comparten sus vivencias y los recuerdos de un barrio que nació como camino y fue carretera nacional antes que avenida

La profunda transformación experimentada en la Avenida da Coruña desde que era la N-VI o la Carretera de La Coruña solo podría pasar inadvertida a quien no haya tenido contacto con el barrio.

Ramón González llegó a Lugo el 1 de abril de 1958. Vivía junto a la Puerta Falsa e iba a trabajar todos los días a Frigsa. «No había cien casas edificadas y todas tenían pocas alturas, era una avenida con un pavimento malo, muy fría, abierta y repleta de huertas. Los solares estaban sin cerrar y pasabas un frío enorme, yo le llamaba la calle de las pulmonías», comenta. Entonces había «cuatro o seis bares y algunas tiendas, muy familiares» y no sería hasta la década de los 70 cuando se comenzase a construir la actual avenida con sus más de dos kilómetros. Antes pasaba un coche cada cuatro minutos o más».

La escritora Nieves Villanueva nació en el número 18 de la Avenida y aunque pasó su infancia en Marruecos cursó el bachillerato en Lugo, «viviendo siempre en esta calle, incluso después de casada, salvo los primeros años que pasamos en Madrid», comenta.

El barrio, explica Nieves, «empezaba en San Fernando y terminaba en García Abad, desde donde recibía tratamiento de Carretera, con pequeñas casas con huerta que enfilaban hacia Garabolos». Ya entonces «era la gran arteria comercial de la ciudad, el Lugo moderno. Los autocares de línea paraban delante de mi casa y era un constante ajetreo de viajeros, cargados con cestas o cántaros, que iban y venían a los pueblos o ferias, comían en Casa Corredoira o Bar Buide, se proveían en Ultramarinos Veiga, Bazar Avenida, Frutería Mendoza, Mercería Nieves, Droguería Veiga, Vinos Madanelo, Viuda de Díaz, con el edificio del Auxilio Social y un tráfico creciente que ya no permitía a los chavales jugar a la pelota como en otro tiempo», añade.

Manuel Pardo vivió en la Rúa San Lorenzo de Albeiros (Illas Canarias) desde 1943, y en 1965 se mudó «a la Carretera de La Coruña», recuerda. En la década de los años 40 en la N-VI «había fielatos de consumo donde se pagaban impuestos por las mercancías que se introducían en la ciudad «en el Alto de Garabolos, en el Control —a la altura del Banco Pastor— y a la entrada de la muralla». Los vecinos eran «afortunadamente gente humilde que trabajaba y aprovechaba el dinero», explica. A su suegro, «que fue de los primeros en abrir una carnicería en la Plaza de Abastos, el solar en el número 192 le costó a 1.000 pesetas».

Frigsa daba trabajo a «unos 500 empleados», comenta González, y su entorno se transformó en un avispero de negocios y actividad porque «había muy buenos sueldos y se ganaba dinero», añade. «Los terrenos no se expropiaron, se pagaron por la cantidad que se acordó o a cambio de trabajo», aclara Pardo. Ambos coinciden en que la construcción de Frigsa en 1951 —«el 15 de septiembre de 1956 fue inaugurada por Franco», detalla González—, sería «el revulsivo» para un barrio donde «los vecinos tuvimos que pagar el alumbrado y el pavimento en dos ocasiones».

Había cuatro escuelas, «en los números 147, 173, 202 y también en el Alto de Garabolos, después de Los Claveles, con más de una docena de aulas entre todas, además de un parvulario en las viviendas de los trabajadores de Frigsa», explica González, quien como edil participó en la modernización de una calle «sin semáforos ni autobuses».

La adquisición de Frigsa por el Ayuntamiento —con más de 150.000 metros cuadrados y cesión de terrenos a Monte Faro, Duquesa de Lugo y Río Narla— dio paso a la creación de un espacio para actividades deportivas y socioculturales a las que ahora se sumará el Museo Interactivo de la Historia de Lugo.

«Sin cambiar su fisionomía», concluye Nieves, «la Avenida se fue poblando de altos edificios, comercios y supermercados, estirando sus faldas hasta el parque de Frigsa y el cuartel de Garabolos y abriéndose a calles adyacentes en las que la presencia numerosa de latinoamericanos, marroquíes y chinos presta al barrio un aire joven y multicultural».

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