Mejor dejar caer que arreglar

LOS CIUDADANOS no deberían aplicar la lógica a algunas decisiones de las administraciones públicas, porque corren el riesgo de coger un cabreo monumental o de quedarse patitiesos. O de las dos cosas. Porque hay decisiones fuera de toda lógica y porque en ocasiones los gobernantes mienten con tal descaro que hacen subir los colores. A todos menos a ellos, claro. Resulta que, hace casi dos años, la empresa que rehabilitaba el puente romano hizo un boquete en el caneiro de Acea -el del restaurante O Muíño- porque necesitaba bajar el caudal del río. Esa es la explicación que dio el Concello al verano siguiente, cuando los piragüistas del Club Fluvial denunciaron que el roto no había sido reparado y que, por segundo año, no iban a poder entrenar.

En agosto del año pasado, el gobierno local explicaba que había enviado un escrito a la empresa para que arreglara el caneiro, entre otros trabajos que había dejado pendiente. Al mes siguiente, el equipo de José López Orozco rectificaba. Decía que, tras investigar los hechos, había determinado que las obras no habían causado ningún desperfecto al caneiro. Que solo se había abierto la compuerta con autorización de la Confederación Hidrográfica del Miño-Sil (CHMS) y de la Consellería de Pesca. Primera pifia. Y primer motivo para desconfiar.

Por esas fechas, también el Club Fluvial se dirigía a la CHMS para tratar de buscar una solución. Como vigía de los ríos y de las estructuras fluviales, cualquier intervención en ellas tiene que contar con autorización de la Confederación. Esta tenía seis meses para responder, un plazo que a primera vista también parece disparatado.

Claro que la respuesta que dio al club y que ahora hace pública tampoco tiene desperdicio. La CHMS dice que en 2012 autorizó las obras del puente romano pero que no estaba incluida ninguna demolición en el caneiro. Añade que no le consta que se hubiera hecho tal rotura, ya que de lo contrario habría abierto un expediente sancionador por obras en dominio público hidráulico sin autorización. Y asegura que tampoco ha recibido ninguna denuncia por este asunto, ni del titular del caneiro (entregado en concesión en 1958), ni de terceros ni de su guardia fluvial.

Aunque después intentó rectificar, el Concello admitió en este periódico el 7 de agosto del 2013 que el roto había sido hecho por la empresa. Pero la CHMS dice que no se enteró.

Si el boquete inicial medía un metro, ahora ya tiene dos. La fuerza del agua en invierno y los elementos que arrastra (ramas, troncos...) hacen su trabajo. Pero unos por otros, nadie toma cartas en el asunto, que puede parecer menor pero que no lo es. Para empezar, el caneiro es un elemento más de arquitectura popular y forma parte del patrimonio histórico de los lucenses. Y en segundo lugar, la falta de agua en ese tramo del río impide entrenar a más de cien deportistas de la sección de piragüismo del Club Fluvial, que tiene 82 años, de la que han salido campeones mundiales y que actualmente tiene campeones nacionales. Solo piden que se devuelva al Miño las condiciones que tenía, algo que a lo mejor no cuesta más de 3.000 o 4.000 euros. No piden canchas, piscinas o cualquier otra instalación deportiva cuya construcción y mantenimiento se lleva millones. Quieren poder entrenar en verano y en invierno hacerlo de forma segura. Porque las corrientes y la succión del boquete no son una broma.

El Club Fluvial ha llegado a un punto en que estaría dispuesto a asumir el coste de la reparación, pero de nuevo se encuentra con un entramado administrativo que hace más porque el caneiro siga deteriorándose que por facilitar su reparación. Incluso cuando la intervención no supondría ningún gasto al erario público. La CHMS ha explicado que, quien quiera reparar la estructura, debe pedir permiso a su titular -asegura que la concesión privada sigue vigente-, presentar un proyecto y someterlo al procedimiento reglamentario, que debe incluir informes favorables de los organismos competentes en conservación de la naturaleza.

En resumen, que ni la CHMS, máxima responsable del caneiro, ni el Concello, administración que permitió la demolición, están dispuestos a exigir su arreglo. Y si alguien de buena voluntad quiere hacerlo, se le quitan las ganas. La administración no permite que se toque la estructura sin permiso, sin proyecto y sin informes, pero deja que pase el tiempo y se siga rompiendo. Quién sabe si es eso lo que busca, que el caneiro se deteriore hasta el punto de que ya no tenga arreglo. Como le sucede al que hay más abajo, entre ese y el de A Tolda, del que ya no queda prácticamente nada.

No es extraño que deportistas, amantes del río y cualquier otra persona que piense con lógica -que piense-, vivan entre la depresión y la indignación, que crecen cuando estos despropósitos se enfrentan a otros. El Concello gasta miles de euros al año -parece que ahora se plantea dejar de hacerlo- en una licencia a una empresa por una plataforma web que pone en contacto a viajeros para compartir coche, un tipo de herramienta que ahora existe gratis en internet. Y el Sergas contrata el diseño de menús para los pacientes hospitalizados cuando hace años lo hacía su personal. Son solo dos ejemplos. Porque, ¡qué decir de un sendero público como el del Mera que lleva más de un año cerrado por un particular sin que pase nada! Se agotan las palabras.

Despropósitos ¡Qué decir del sendero del Mera, que lleva más de un año cerrado por un particular sin que pase nada»

(Publicado en la edición impresa el 7 de septiembre de 2014)

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