Lugo presume de barroco

La ciudad de Lugo cuenta con una importante representación del barroco gallego, aunque su importancia nunca fue reconocida como merece, según explica Fernando Arribas, técnico del Museo Provincial y uno de los coordinadores de la séptima edición del curso sobre Arte Gallego, que este año se dedica al barroco, dando especial relevancia a lo que se encuentra en la provincia de Lugo. "Durante mucho tiempo se consideró que Lugo no tenía un barroco nada espectacular. Hoy sí sabemos que hay una obra importante, porque aquí trabajaron los arquitectos más importantes de la época", resume.

Arribas se refiere a Domingo de Andrade, Fernando Casas Novoa y Lucas Ferro Caaveiro, autores de algunos de los monumentos más emblemáticos de Santiago de Compostela, que dejaron también su huella en Lugo. Sin ir más lejos, subraya Fernando Arribas, Fernando Casas Novoa hizo la capilla de la Virgen de los Ojos Grandes, de la catedral luguesa, antes de hacer la fachada del Obradoiro, de la catedral compostelana, considerada su obra culmen.

Arribas considera que el barroco lugués no tiene la consideración que debería. "Tiene un barroco muy importante, y no se tiene en cuenta", apunta. En la lista de obras más singulares se incluye el claustro y la capilla de los Ojos Grandes, en la catedral; el consistorio, la capilla de San Roque, el pazo de Sangro, la fuente de la Praza do Campo; la Puerta de Santiago; el pazo episcopal, la fachada de la iglesia de San Froilán, el convento y la iglesia de A Nova, la parte superior del claustro del Museo Provincial; la casa blasonada en la confluencia de las calles Conde Pallares y Cruz, o el Pazo das Pombas, en la Praza do Campo.

San Fernando
Además de la arquitectura religiosa y civil, Lugo tiene muestras de la arquitectura militar del XVIII, barroco en transición al neoclásico, en el cuartel de San Fernando, que "no tiene tanta carga decorativa", señala Arribas, porque su planteamiento es más funcional. Arribas critica, "aunque no sea políticamente correcto", la intención de situar en él el auditorio y modificarlo.

"Hoy sabemos que las trapas son de Francisco Sabatini —arquitecto mayor de las Obras Reales— y aquí se hablaba de tirarlo. Es un edificio del siglo XVIII que hay que conservar", apunta, a modo de muestra de que "muchas veces no se valora lo que tenemos". Arribas considera que, en general, el estado de conservación de estas obras es excelente. 

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