Los pájaros que enloquecen a Lugo

Parecen hojas, pero en realidad todos los puntos son estorninos (Foto: Ana Lamas)
photo_camera Parecen hojas, pero en realidad todos los puntos son estorninos (Foto: Ana Lamas)

"A los estorninos de Lugo no logramos engañarlos. No se quieren ir de la ciudad y ni con aves rapaces conseguimos asustarlos", asegura Miguel Álvarez, el biólogo de Locus Avis, la empresa que desde hace años contrata el Ayuntamiento para ahuyentar a estas aves. Son unas 1.000 o 1.500 y están tan acostumbradas al calor y la luz de la urbe que se resisten a los métodos de Locus Avis, que sí logra expulsar a las que bajan de la Europa más norteña —las invernantes— en busca de mejor temperatura y alimento. Ahora mismo hay unas 30.000 pero, en unas semanas, desaparecerán.

Seguirán quedando los de casa. 1.000 o 1.500 estorninos repartidos por la ciudad no supondrían ningún contratiempo, pero el problema es que a estas aves "no les gusta estar solas", asegura Álvarez, que las conoce tan bien que podría pasarse un día hablando de ellas. Lo que sucede es que los estorninos son pájaros gregarios. Viven y duermen juntos, "para darse calor y para defenderse", por lo que, "mientras entran, se meten todos en el mismo árbol". "En una palmera hemos llegado a contar mil. Si el árbol es grande, puedes estar dos minutos viendo salir estorninos de la copa y, si no haces nada, volverán a él cada noche", asegura.

Y claro, las consecuencias de tanto estornino junto son realmente nefastas. No sólo pondrían perdida la superficie que abarca la copa (bajo la cual puede haber bancos, fuentes, coches aparcados...), sino que incluso podrían matar el árbol. "Romperían ramas y tanta cantidad de excremento podría pudrirlo", explica Álvarez.

El concejal de Medio Ambiente, Lino González Dopeso, no tiene constancia de que en Lugo hayan muerto árboles por esta razón, pero es algo que no se puede asegurar porque hay que recordar que los estorninos no siempre se controlaron. La presión vecinal contribuyó a que el Concello diera, hace años, este paso. ¿Cómo? "No dejándoles dormir", explica el biólogo, un verdadero especialista en mantener en vigilia a estos pajaritos de pico amarillo y plumaje oscuro, entrañables si no fuera por su costumbre de defecar y sus poco agradables chillidos.

Para eso, desde septiembre hasta marzo, la época de mayor presencia de estorninos en la ciudad, Juan y Javi, técnicos de Locus Avis pasan las noches asustando a los pájaros y vigilando que no regresen a las zonas arboladas. Para eso emiten a través de altavoces una mezcla de sonidos de varias aves, entre ellas estorninos. "Creen que hay un depredador y que el líder de la bandada les está avisando de que deben abandonar el árbol. Estamos todas la noche persiguiéndolos, porque se van de unos parques a otros, hasta que logramos que se marchen al extrarradio. Casi nunca sabemos a dónde van", afirma.

El método funciona con todos menos con los autóctonos, pero aun así, no se puede bajar la guardia en ningún momento porque la atracción del calor de la ciudad es mucha y, si no se insiste, los invernantes vuelven continuamente. "Lugo es uno de los sitios más problemáticos. Trabajamos en A Coruña, Ferrol, Carballo..., pero como los de Lugo no hay ninguno", asegura Javi.

Más grande y de pluma más negra
“Parecen los mismos, pero no lo son”,  afirma Juan, técnico de Locus Avis mientras levanta la vista para buscar a los estorninos lucenses en la copa de un árbol del parque Rosalía de Castro. "Los de aquí son más grandes y negros; además, los que vienen del norte de Europa tienen manchas blancas en el pecho”, explica.

Los parques Rosalía de Castro y A Milagrosa son, por la cantidad de árboles, los lugares preferidos para estos pájaros, aunque donde más problema dan es en Ramón Ferreiro, porque bajo los árboles aparcan coches.

Las palomas de Lugo recuperan la felicidad en la ancha Castilla
No se sabe si las palomas de Lugo son felices en la ciudad, pero lo que es seguro es que lo son mucho más cuando llegan a Castilla, donde tienen amplios campos de cereal en los que alimentarse. "Un grano les hace más que una hora picando en un parque", explica Miguel Álvarez, el biólogo de Locus Avis, empresa que también se encarga de controlar la población de palomas en la capital lucense.

Para eso coloca jaulas con comida y bebida —en las que pueden entrar pero no salir— en algunos tejados de las zonas más frecuentadas por estas aves. El personal de Locus Avis las recoge periódicamente y las lleva a un palomar industrial de León. Pero que nadie piense mal, no acaban convertidas en pienso. Allí, en opinión de Álvarez , recuperan la felicidad. Acuden a dormir a los nidales de esa instalación y, por el día, vuelan libres por la ancha Castilla.

"Una paloma sólo necesita un sitio en el que dormir y, si tiene pareja, un agujero para criar. La gente piensa que las palomas viven mejor en las ciudades, pero se equivoca; en éstas tienen menos depredadores, pero también menos comida y de peor calidad, por lo que su salud también es mucho peor", explica Álvarez.

Calcular el número de palomas no es fácil, porque crían en lugares bastante ocultos, como agujeros de casas viejas o partes altas de los tejados. "No podemos ponerlas en fila de a una, así que lo que se hacen son estimaciones. "Ahora mismo pensamos que hay unas 1.600, pero llegaron a ser más de 5.000", explica.

Para algunos quizás siguen siendo muchas, pero deben saber que, de la misma forma que a ellos no les gustan, a las palomas tampoco les va la vida en Lugo.

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