Cada vez son más los atrevidos que buscan aportar su granito de arena al mundo; personas que quieren tomar contacto con otras realidades, dispuestas a cambiar su forma de pensamiento e iniciar un nuevo estilo de vida centrado en los demás; gente dispuesta a creer en sí misma y en su potencial para cambiar las cosas, que decide actuar, reticente a quedarse en casa mirando el informativo y lamentándose de su incapacidad para hacer algo.
Una vez decididos, las opciones son infinitas. Desde la propia universidad hasta ONG locales o internacionales, multitud de entidades ofrecen respuesta a la sed solidaria de estas almas aventureras en busca de ayudar.
Es en estos lugares donde los protagonistas han sabido buscar y encontrar lo que buscaban, demostrando que el voluntariado no depende de edades, situaciones ni lugares, sino del ímpetu por ayudar y del interés por hacer algo.
COMO ANILLO AL DEDO
Carla Díaz, trabajadora social de 35 años, no tuvo que salir del trabajo para encontrarse cara a cara con una oportunidad de voluntariado. La labor de la Cruz Roja llegó a ella de la mano de unos voluntarios que se habían acercado al centro en que trabaja para realizar una serie de talleres con los ancianos.