En apariencia, el mercado de los bajos de la plaza de abastos, donde jubilados y productores acuden con excedentes de las huertas y las granjas, funcionó ayer con normalidad, pero en el fondo había mucha marejada. Las nuevas normas de la Xunta sobre venta directa de los productos primarios desde las explotaciones al consumidor final entraron en vigor, tras ser aprobadas por decreto en septiembre y sin apenas divulgación, y aunque no se presentó ningún inspector, entre los vendedores había mucha preocupación.
Preocupación y enfado a partes iguales, porque los vendedores, en gran parte jubilados, no entienden que ahora tengan que registrarse en la Xunta como explotación agraria de venta directa, con declaración de fincas incluida pago de tasa, que tengan que poner un cartel con información del producto (etiqueta, en caso de los envasados) y que deban llevar un libro de registro, para anotar los productos que venden, la cantidad, la fecha y el lugar de la venta. «Primeiro que se preocupen dos grandes, que vaian polos das tarxetas, que gastan máis eles nunha comida que facemos nós en todo o ano», afirmaba una vendedora que acude a la Plaza «cando teño algo que me sobra», explica.