Los hijos de Lugo en África

Cuando hace dos años la hermana Gertrude viajó a Lugo acompañando a varios niños ugandeses que iban a ser intervenidos por Cirujanos del Mundo, el flechazo entre esta monja, dulce y callada, y algunas familias de la capital fue inmediato. Tras varios meses en la ciudad, Gertrude se marchó con los bolsillos bastante más llenos de lo que los traía y eso la animó a dar un giro a su labor en Uganda. Dejó el orfanato en el que trabajaba para hacerse cargo de otro situado entre Kampala, la capital, y Entebbe. Su continuidad peligraba por la falta de vocaciones en la congregación que lo gestionaba y Gertrude, que pertenece a la comunidad del Buen Samaritano, y otras monjas se hicieron cargo del centro, en el que viven unos 250 niños, la mitad de ellos, con sida. A todos ellos los tutela hoy un grupo de familias de Lugo, que hacen aportaciones económicas para sacar adelante a los niños.

El orfanato cuenta con una importante extensión de terreno y las necesidades eran tantas que a la hermana ugandesa —«muy espabilada», cuentan quienes la conocen— se le ocurrió criar pollos con los que alimentar a los niños y sacar un dinerillo para ayudar al mantenimiento de la institución. Escribió a una de esas familias lucenses —todos los colaboradores de Cirujanos del Mundo quieren mantenerse en el anonimato— con las que tan bien conectó durante su estancia en la ciudad y enseguida contó con apoyo para su «casa de aves», como ella la llama. Doscientos euros que sirvieron para comprar 450 polluelos. Aunque pronto necesitaría de más ayuda, esta vez para alimentarlos. «¡Ay madre, comen tanto...», contaba a una de las benefactoras, a la que llama cariñosamente
madre.

«Me pareció muy buena idea, y como no era una cantidad muy grande decidí apoyarla. Es que a veces se corre riesgo de mandar y mandar y que desaparezca en el bolsillo de alguien, pero éste no es el caso. Los cirujanos han estado allí y han visto cómo tienen todo y Gertrude nos manda recibos y facturas de cada compra, y eso que no se las hemos pedido», explica.

Los huevos son para autoconsumo y los gallos los vende. De la primera remesa vendió 90 y cocinó otros cuantos para los chiquillos, para los que fue una auténtica fiesta. Su base alimentaria es el matoke, una especie de banana que se cuece y que es un lujo comparada con las gachas de agua y harina con las que sobrevive la población en muchas zonas.

El corral fue creciendo poco a poco con el dinero enviado por las familias lucenses. Gertrude y el resto de hermanas han criado ya varias polladas, aunque con muchas dificultades. Los hornillos con los que cocinan por el día sirven para calentar los habitáculos de las aves por las noches.

Con todo, las hermanas del Buen Samaritano ya piensan en un nuevo proyecto: contratar a jornaleros para que les ayuden a cultivar la amplia extensión de terreno que tienen alrededor del orfanato, donde el excelente clima hace que poco más se necesite que echar la semilla. Ellas hacen lo que pueden. Cosechan matoke, tomates, berenjenas..., pero las posibilidades serían mucho mayores si tuvieran a alguien que les ayudase. Y en eso están sus colaboradores lucenses. «La gente es muy solidaria, pero hay que ir poquito a poco», explica una de las cabezas visibles del proyecto en Lugo, aunque tras vivir 13 años en Uganda conoce las necesidades.

Los niños del orfanato de Gertrude no sólo son huérfanos sino que muchos están enfermos. El sida es una epidemia en Uganda y muchos sólo tienen a personas como Gertrude. Y ahora, a un puñado de lucenses generosos.

La vida en África: Niños que van a la escuela con el apoyo de lucenses
Cirujanos del Mundo inició su proyecto solidario en África hace varios años. Durante un tiempo contó con el apoyo de la Diputación, pero ahora lleva a cabo su trabajo únicamente con la ayuda de particulares. Una vez al año se desplazan a Uganda a hacer cirugía maxilofacial, pero a veces las patologías son tan graves que necesitan traerse a los niños a Lugo.

Más que bisturí
Las Hijas de la Caridad y varias familias lucenses prestan apoyo a la ONG mientras los chiquillos están en la ciudad, pero también después. Cuatro estudian  y viven en internados gracias a la colaboración de lucenses. La excepción es Joyce, una pequeña que vive en plena selva y que Gertrude está buscando.

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