''A los eslovenos no les gustan los extranjeros''

SUSANA BARGIELA conoció en 2001 a un chico esloveno que, cuatro años más tarde, sería el motivo de su traslado a ese país. Para entonces, ella, que estudió en el colegio San José, había terminado su licenciatura en Derecho; pero no tenía trabajo. Él sí, y también casa, así que decidieron que sería Susana la que embalaría sus cosas y se plantaría en Ljubljana, la capital del país. Dos meses después, llegaron las cajas con los enseres que había mandado por correo antes de partir. En aquel momento, Susana no se imaginaba que el carácter esloveno fuese a hacer tan difícil su integración.

Eslovenia pertenece a la Unión Europea y su moneda es el euro. Sin embargo, el país todavía no ha asimilado la idea de la libre circulación de trabajadores. "Son extremadamente protectores de su nación y de su cultura, no les gustan los extranjeros", indica Susana a modo de explicación de por qué le cuesta tanto encontrar trabajo, a pesar de haber convalidado sus estudios y manejar su idioma con fluidez. "Los sindicatos están en contra de la contratación de personal no esloveno, con lo cual las empresas tienen un número limitado de empleados de otros países". Su manera de pensar se resume en "mientras haya un esloveno que pueda desempeñar el puesto, no se contratará a ningún extranjero", aclara Susana, que sólo conoce a dos españoles —ingenieros informáticos— que hayan encontrado trabajo.

Para colmo de males, la tasa de desempleo es muy alta y los trabajos escasean, pero las dificultades no cesan cuando ya se ha logrado el puesto. Tras enviar más de 400 currículums, Susana encontró un hueco en una agencia publicitaria que trabajaba con Latinoamérica, Su labor consistía en "hacer guardias y traducir emails para las chicas eslovenas, no me dejaban hacer más porque sentían que invadía sus competencias". La agencia cerró por falta de clientes y vuelta a empezar.

En el capítulo de nostalgias, Susana, además de la comida, incluye "la amabilidad de la gente. Aquí he estado yendo al mismo supermercado desde que llegué, viendo a las mismas chicas y a los mismos clientes y nadie me saluda o responde a mi saludo", cuenta. El clima en invierno es extremadamente frío —con nieve hasta cuatro meses seguidos—, pero, al parecer, nada comparado con el carácter de los eslovenos. En este medio hostil, no es de extrañar que Susana sienta que vivir en el extranjero la ha hecho "más valiente y segura de mí misma". O eso, o tomas las de Villadiego, como dice que ha visto hacer a muchos españoles.

Además de poco amigos de los extranjeros, ella detecta cierto "complejo de inferioridad" bastante extendido. "Se sienten amenazados por todo y lo reflejan comprando coches de 100.000 euros para competir con el vecino, aunque no tengan dinero para comer", cuenta.

Aunque no se lo pongan fácil, Susana ha tendido puentes para integrarse. Aprendió el idioma por su cuenta con un libro, y tardó un año en hablarlo fluidamente. El esloveno "es bastante complicado, tiene 6 declinaciones y género neutro, aparte del masculino y femenino; no existen los artículos ni los determinantes", explica, y la estructura no tiene lógica para un español. Por eso "hay que cambiar la mentalidad y partir de cero".

Sin embargo, también hay cosas que le gustan. Aprecia "los paisajes, la tranquilidad y la seguridad de las ciudades". Describe Eslovenia como un país "con mucha naturaleza", donde el deporte de riesgo está muy de moda y los niños aprenden a esquiar enseguida. El turismo busca actividades en la naturaleza, como rafting, senderismo, y alpinismo, y hay que tener en cuenta que el verano es muy caluroso y con muchos insectos.

Entre las joyas eslovenas, recomienda las cuevas de Postojna y Skocanske, aunque advierte que "no son aptas para cualquiera". En la primera de ellas te llevan varios kilómetros montaña adentro en un tren y luego hay que caminar tres horas con un guía, y la de Skocanske tiene un acceso todavía más difícil. Para los que prefieran el aire libre, recomienda visitar Bled, un pueblo rodeado de un lago, y la costa, "que fue una parte de Venecia y todavía conserva construcciones como las de esa ciudad", cuenta.

A pesar de las dificultades, Susana no tiene intención de irse ni de rendirse. "Hace unos meses tuvimos un bebé, Erik. Nuestra vida está aquí", señala.

Alquilar una casa "es de clase baja"
Una de las cosas que llaman la atención en un país que ha pertenecido a la órbita comunista es que casi nadie se plantea alquilar una casa. "La gente no alquila, se considera de ‘clase baja’ y no quieren ni oír hablar de ello. Es muy difícil encontrar un piso donde te ofrezcan un contrato de alquiler, a no ser que seas estudiante. Todo el mundo tiene piso o casa en propiedad". En la capital mucha gente vive en las afueras, porque el metro cuadrado en una zona céntrica está entre los 4.000 y 7.000 euros.

Larga distancia
Eslovenia y España están a años luz en muchas cosas, y las comunicaciones no contribuyen a salvar la distancia, ni la física ni la cultural. Ir de Galicia a Ljubljana puede llevar hasta 22 horas, además de que los vuelos son muy caros y "hay pocas oportunidades", indica Susana, que asegura que ninguno de sus amigos ha ido a verla todavía. En su entorno nadie se sorprendió de su partida, después de cuatro años viéndola viajar de un lado para otro, pero sus padres, habida cuenta de las dificultades de comunicación, "lo llevaron peor", dice.

Los hábitos sociales eslovenos tampoco se parecen mucho a los españoles, y varían según la estación. "En invierno la gente va al teatro, al cine o a tomar algo por la tarde; en verano, lo normal es hacer viajes con los amigos y, en general, quedar para hacer deporte".

Sanidad y escuela públicas
En algunos aspectos sí quedan reminiscencias del pasado comunista, sobre todo en el ámbito de los servicios. La sanidad y la educación son públicas, y no hay versión privada. Los niños empiezan el colegio a los 6 años. "Tienen un nivel buenísimo y están entre los primeros de Europa", indica Susana. La universidad también es pública y gratis "siempre que aprueben un determinado número de materias el primer año". Suspender varias veces significa pagar, y bastante, y quizás por eso "son todos muy buenos estudiantes". En la sanidad, todo es público, "pero funciona realmente bien", cuenta Susana, que reconoce
que su experiencia en este aspecto ha sido "inmejorable".

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