Legado

HAY QUE VER la que se ha montado con el legado que Álvaro Gil cedió, donó o lo que fuese, al Museo Provincial. La gente se ha animado y en esta provincia, inalterable y sufridora, han comenzado a florecer las muestras de solidaridad para que todas las piezas y cuadros se queden en Lugo, apoyos que llegan a través de comunicados o con las últimas tecnologías en Facebook.

Sin embargo las cosas, de momento, no pintan bien y ya se barajan alternativas como que la colección sea declarada Bien de Interés Cultural, con lo que permanecería aquí; que las negociaciones se retomen y finalicen con acuerdo de ambas partes, o que la Diputación recurra al Supremo, cosa más probable según las últimas noticias, y los herederos se lleven lo que según la justicia, de momento, es suyo.

No me imagino de todos modos a Álvaro Gil, a Manuel Vázquez Seijas o a Antón de Marcos, verdaderos promotores del Museo Provincial al que ayudaron a enriquecer y ordenar, como también ayudaron en su momento a superar sus dificultades a los republicanos que en la posguerra salían de la cárcel como el profesor Carballo Calero o el pintor y poeta Ángel Xohán, observando ahora con cara de satisfacción como sus herederos pretenden repartir los torques, el carnero alado y la interesante exposición de cuadros que aquí dejó, por los diferentes museos del mundo.

Tampoco entiendo que alguien que encuentre una pieza arqueológica pueda llevársela para casa y declararse poseedor de ella como pudo ser en su momento el caso de los torques o el toro alado, que deberían ser propiedad de los organismos dedicados a su conservación. Pero bueno,  disquisiciones al margen, es obvio que el legado de Álvaro Gil no debe salir de Lugo.

Los herederos apuntan ahora la posibilidad de recuperarlo y con el resto de las obras de arte que poseen, abrir un museo. Puede que la idea no sea mala pero ese museo deberá estar aquí. Por el enriquecimiento museístico de la ciudad pero quizás también, por respeto a don Álvaro, que tanto quería  a Lugo.

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