Lazos que se hacen con las manos

Taller de masajes infantiles de Bico de Leite, este sábado en el centro Maruja Mallo. XESÚS PONTE
photo_camera Taller de masajes infantiles de Bico de Leite, este sábado en el centro Maruja Mallo. XESÚS PONTE

Alicia, de tres años, confiesa que le gustan las «cosquillitas suaves» que le hace su madre desde que era un bebé y que ilustra moviendo una mano sobre la barriga y otra por la espalda. Durante muchos meses, los masajes fueron un ritual diario en el que conseguía atención exclusiva, sin competencia con su hermano mayor. Su madre, Esther, asegura que esta práctica ha forjado una relación «diferente» entre ellas y que esos momentos han quedado en la memoria sensitiva de Alicia. «Sigo haciéndole algunos movimientos, sobre todo los del final del masaje, y noto que ese recuerdo está ahí. En cuanto se los hago su cuerpo se relaja», explica.

Ese es uno de los beneficios de los masajes a bebés, entre otros muchos, según cuenta la fisioterapeuta Belén García, que ayer dirigió un taller de este tipo de técnicas organizado por Bico de Leite. «Axuda a reforzar o vínculo entre nai e fillo, pero tamén lles axuda a relaxarse e, a longo prazo, mellora a confianza en si mesmo. É beneficioso para a saúde, a circulación, a musculatura...», explica desde el punto de vista de fisioterapeuta y madre.

Los masajes, indica, pueden comenzarse a partir de los 15 días de vida, y hacerse a diario o incluso más de una vez al día. Con la técnica que puso en práctica, los movimientos comienzan en la cadera y descienden por una pierna hasta el pie. Es lo que se conoce como vaciado hindú y se supone que libera la energía de dentro hacia afuera; existe también el vaciado sueco, en sentido inverso. Siguen luego por la planta del pie, dedos y empeine; vuelven a la cadera, glúteos y zona abdominal. Esta parte, asegura Belén, «é moi interesante, porque axuda moito a evitar cólicos e gases». Se masajea también el tórax -«para expandir a caixa torácica e mellorar o sistema respiratorio»-, los brazos desde el hombro hacia la mano, cara y espalda. El punto final lo ponen unos estiramiento suaves.

En algunos casos, el efecto relajante se deja sentir enseguida. Martiño, de un año, ya se había quedado dormido cuando su madre, Beatriz, todavía iba por las piernas. Ella ya había leído al respecto, pero el taller le facilitó la oportunidad de «estar con alguén que controla un pouco. É moi interesante, como forma de comunicación está moi ben», asegura.

Para Antón, de tres meses, los masajes forman parte de la rutina que sigue al baño, aunque sus padres, Noelia y Jorge, se ceñían más al abdomen, como les enseñaron en las clases del Sergas. No saben si se debe a ello, pero aseguran que «o cativo nunca tivo un cólico». En el taller aprendieron a ampliar el masaje a todo el cuerpo y se lo seguirán haciendo «ata que Antón diga que non», aseguran.

Para Elena y su hijo Gabriel, de 13 meses, la de ayer era la primera sesión en Bico de Leite, aunque los masajes ya estaban también entre sus rutinas. «Lo veía importante y me informé, pero se trata sobre todo de seguir tu instinto, que te lleva a tocarle y acariciarle mucho; yo notaba que así se calmaba. Hai quien dice que no hay que cogerlo mucho en el colo, pero yo creo que no es así». Elena buscaba una técnica específica para reducir los gases de Gabriel porque cuando era pequeño mejoraba doblándole las piernas, pero ya no, así que Belén le enseñó un masaje en el abdomen, en forma de U en el sentido del intestino, que Gabriel se dejó hacer muy a gusto.

Incluso cuando son más mayores, los masajes no dejan de ser útiles. Esther asegura que ayudan, por ejemplo, a que los niños hablen de las preocupaciones que les cuesta abordar. «Cuando les acaricias la espalda antes de dormir, es el mejor momento del día para que te lo cuenten», apunta.

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