El Xeral dejó ayer a mediodía de tener pacientes ingresados en las plantas de hospitalización convencional con la salida del último ingresado hacia el Lucus Augusti. Finalmente fueron 35 los enfermos que se llevaron al nuevo hospital, después de que durante la noche anterior ingresaran y fueran intervenidos de urgencia cuatro personas con apendicitis. Curiosamente, esa misma dolencia fue el objeto de la primera operación no programada que se realizó en los quirófanos del Hula.
En la actualidad, sólo permanecen ingresados en el Xeral una decena de pacientes de Cuidados Intensivos y Reanimación, unidades que estarán desdobladas en ambos centros durante todo el fin de semana hasta que el lunes a las ocho de la mañana Urgencias abra en el Hula y cierre definitivamente todo el Xeral. De igual forma, desde ayer sólo ingresarán en el Xeral aquellas personas que sean intervenidas de urgencia allí, con lo que se esperará a que se estabilicen en Reanimación o Uci si fuera preciso y una vez logrado serán trasladadas a San Cibrao.
El aspecto del Xeral ayer dejaba patente que se trataba de una despedida. Pasillos y habitaciones vacías, cajas para llevar, mensajes de despedida en las paredes y lágrimas de nostalgia anticipada entre los trabajadores, muchos de los cuales no han conocido otro centro de trabajo que no fuese ese. «Mira que tenía ganas de que nos mudáramos, pero hoy me ha dado la llorera. Me da pena pensar que ya no se puede venir aquí, ni siquiera de visita. Llevo 19 años trabajando y los 19 en esta planta», dice Pilar Veiga, una enfermera que resume muy bien el estado de ánimo de los trabajadores que ayer echaban una mano con los últimos flecos del traslado.
El final de la actividad en el hospital supone el cierre de un centro de 36 años de edad, pero planificado para durar unos 20 como máximo. Un edificio que presentó problemas constructivos casi desde el preciso instante de su inauguración. Con materiales de baja calidad y con una disposición que se reveló defectuosa muy pronto -los problemas abarcaban desde las dificultades de climatización hasta la evidente falta de espacio- el Xeral nació en 1974 con el objeto de contar con una instalación sanitaria en la que poder atender a toda la población a la que daba cobertura la Seguridad Social, una vez que el régimen agrario se incorporó al régimen general. Para lograr contar con el edificio en el tiempo suficiente se trabajó día y noche y se levantó en menos de un año.
Con posterioridad fue objeto de numerosas reformas y añadidos, desde el cambio de cocina, hasta el completo acondicionamiento de consultas externas o el arreglo de todos los quirófanos. El hecho de que esté encajado entre viviendas y que no tenga más superficie en las proximidades para crecer evitó que, en su momento, se optara por ampliarlo en vez de proyectar uno completamente nuevo. El Materno, más viejo pero en mejor estado, cerrará el viernes.
LA ENCRUCIJADA DE HUIR O RESISTIR «O luns xa non abrimos, para qué se non ten sentido», dice José Manuel Louzao, propietario del aparcamiento situado en la zona posterior del Xeral, que con 35 plazas podía llegar a albergar a 200 vehículos en rotación. A su lado, su empleado, Luis Miguel González, que se va «al paro, a dónde me voy a ir», atiende resignado a los últimos clientes y se queja de que «los políticos digan que quieren dar oportunidades a la juventud y después pase esto, en el nuevo hospital no dejan abrir negocios porque a lo mejor mi jefe querría abrir uno...». Y querría, vaya si querría. «Xa estiven mirando. Polo de agora as fincas se ofrecen en alquiler ata que se poida construir», explica respecto a una zona en la que la edificación estará vedada durante los próximos cinco años. Le ronda la idea de un aparcamiento al aire libre y pide que el del Ayuntamiento cuente con todas las garantías. «Hai que ter vixianza 24 horas, os seguros... non pode ser que porque sexa do Concello as condicións sexan distintas», reclama. Tras 17 años de actividad echará el cierre este viernes, día en el que se traslada el Materno. Un restaurante próximo ya lleva una semana cerrado. Otros negocios siguen en marcha pero sensiblemente tocados. Amador Belón, de Casa Amador, reconoce que ayer, al pasar junto al hospital, torció la vista para no llorar. Se toma las cosas con filosofía y se anima con novedades, como una parrilla de carbón para churrascadas o una terraza habilitada para fumadores. Este sábado, un grupo de médicos celebra allí una cena de despedida. «Después de 30 años, la gente te tiene cariño y tú a ellos», explica. Los celadores compartieron un aperitivo, ayer, para dar el adiós al Xeral. El bajón de clientela se nota en todas partes, desde la farmacia -donde compraban muchos usuarios de consultas externas pero también profesionales- hasta el quiosco. «Se puede decir que hemos bajado dos terceras partes», dice Rafael González. Los gorrillas, por su parte, estaban ayer afanándose por colocar en sus sitios a los conductores. Algunos dicen que no se plantean reproducir su cuestionable modelo de negocio en el Hula, pero otros creen que el lunes ya estarán allí. Manuel, uno de los que se dedica a esa actividad de vez en cuando, dice que en un día bueno se puede sacar hasta 26 euros. Arriba, Amador Belón, en su terraza; debajo, aperitivo de los celadores y párking a punto de cerrar. xesús ponte Unidad de Coronarias
El traslado del Xeral arrastra al cierre al menos a un párking y un restaurante de A Residencia. Los gorrillas apuran los últimos días