Las dos Españas

Las dos Españas, las que nos dividen y enfrentan, ya no lo son por razones políticas; la diferencia estriba ahora en el fútbol. Los barcelonistas no quieren que el Madrid gane ni en los entrenamientos y los madridistas, tan patriotas ellos, consideran que los culés son extranjeros mientras que los del Deportivo se parten de risa por ver al Celtiña en Segunda, y perdiendo partidos, en tanto que los celtarras, en su alejamiento de los deportivistas, les llaman “turcos”.

En la final de la Copa del Rey se han mostrado claramente las dos Españas, o quizás las tres: La que trataba de escuchar en silencio los acordes de la Marcha Real, la que la abucheaba con silbidos en el campo y la de algunos teleespectadores, que consideraban que el encuentro no tenía mayor interés pues era entre equipos foráneos.

Curiosamente una de las dos Españas, la del madridismo, se había pasado en bloque a apoyar al Ahtlétic mientras que los forofos de los equipos gallegos, la tercera comunidad en teórica discordia, se mantenían tranquilos y sin grandes preferencias.

Una de las dos Españas ha de helarte el corazón, sentenció Antonio Machado pero las dos Españas actuales han cambiado los hielos de los discursos demoledores en las Cortes o en los foros políticos por la algarada, los pitidos, las banderas y los kits de aficionado en los campos de fútbol; ya no hay Brigadas Internacionales porque lo internacional ahora es un partido entre el Madrid y el Barça y las batallas entre las españolitos ya no son dialécticas ni ideológicas, se basan en los colores de las camisetas, en la zurda de aquel central o en los multimillonarios fichajes de jugadores que hieren la sensibilidad en tiempos de crisis y de rebajas de sueldo a los currantes.

Ya ni siquiera el árbitro es una figura neutral sino que cada una de las dos Españas cataloga sus decisiones según sus preferencias y mientras que para los que están viendo el partido en una taberna de A Piringalla, las decisiones arbitrales son correctas porque su equipo va ganando; para los del bando contrario, que visionan el partido en un bar del barrio del Puente, lo que ha hecho el árbitro no ha sido más que un robo descarado, incluyendo dos penalties que no fueron pitados.

Todo es según el color del cristal con que se mira y las dos Españas volverán a verse mañana en Santiago, ante esa manifestación multitudinaria que se prevé en defensa del machacado idioma gallego, pero la verdadera confrontación será a la noche, con los partidos televisados de la Liga que ya finiquita.

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