La trinchera lucense en Bosnia

se fue para bosnia sin comentarlo con la familia y un fatídico accidente, cuando iba en la tanqueta, acabó con su vida el 19 de junio de 1993. Era uno de los cascos azules de la ONU. Se trataba de Agustín Maté, un soldado lucense de la Agrupación Canarias, que perdió la vida en la guerra de Bosnia.

«Unos nos dijeron que perdieron el control porque iban muy rápido. Otros, que pisaron una mina. También hubo otra versión más: que hubo un fuego cruzado y que reventó una de las ruedas de la tanqueta. Cuando suele ocurrir una cosa de éstas siempre se dice que fue un accidente pero, a ciencia cierta, no se sabe qué pasó», manifiesta su hermano Rubén.

Agustín Maté fue el único lucense que perdió la vida en los dieciocho años de misión española en Bosnia. Cuando ocurrieron los hechos llevaba un año como soldado y seis meses en tierras balcánicas. Antes había estado haciendo maniobras en Italia y en el Reino Unido. «Mi hermano llevaba el Ejército en la sangre. Se alistó y se fue para Bosnia sin comentarlo con la familia. Cuando nos enteramos, ya estaba allí. Era caballero legionario paracaidista de la Brilat», afirma Rubén.

Este vecino de San Clodio, en Ribas de Sil, tenía 17 años cuando sufrió el drama familiar de la muerte de su hermano. Ahora, con otros diecisiete más, todavía recuerda que, en aquellos duros momentos, el alcalde le había prometido a la familia dar el nombre de su hermano a una calle del pueblo. Promesa que, dice, nunca se llegó a cumplir. «Él estaba muy contento en el Ejército. Cuando venía a San Clodio, se levantaba a las siete de la mañana y se ponía a correr. Consiguió, además, un par de récords del libro Guinness: uno de ellos de tiro», afirma Rubén.

Las consecuencias de esta desgracia acabaron desestabilizando a la familia. «Mi madre enfermó y a los cuatro años murió», cuenta el hermano de Agustín Maté. Pese a todo ello, no guarda ningún resquemor al Ejército. «La gente que dejó la vida, lo hizo porque creía en ello. Mi hermano no fue engañado a ese destino y el Ejército se portó muy bien con nosotros. Pagó todos los gastos del entierro. También nos dieron indemnizaciones. La última la cobró mi padre hace poco menos de un año y fue de 140.000 euros»,dice.

LINO LÓPEZ

No todos corrieron la misma trágica suerte. Hubo muchos lucenses más que contribuyeron a la paz de Bosnia con su participación en la misión. Tres años después de la firma del armisticio, es decir, de los Acuerdos de Dayton, en 1995, Lino López Fernández, un guardia civil de Lousada, Samos, se incorporaba a la misión Sfor en el aeropuerto de Mostar y bajo el mando de la OTAN. Lino López formaba parte de la Policía militar, en un contingente con policías franceses e italianos. «Estuve cuatro meses y fui superilusionado. Me hubiera quedado si me dejasen. Bosnia estaba toda destrozada. No había ninguna casa con ventanas pero, en cambio, todas tenían parabólica. Una traductora nos dijo que era porque la población sólo pensaba en disfrutar de la vida al máximo», explica Lino. Este agente con veintiún años de servicio destaca «el buen nivel de la Guardia Civil». «Nos decían los compañeros extranjeros: «Sois como ‘bulldogs’», comenta.

En aquel entonces, Lino López estaba soltero. Ahora, casado y con una niña de apenas 4 años, acaba de llegar de Haití, donde vivió el terremoto de principios de año. «No podía agarrar la cerradura de lo que temblaba la casa. No me pasó nada pero pasé más miedo en Haití que en Bosnia. Cada vez que repartíamos ayuda, llevábamos muchos golpes. Repartíamos comida, colchones, mantas, agua, medicinas...», cuenta.

SANDRA GAYOSO

Se fue a Sarajevo en 1999. Estaba en el cuartel general de la OTAN. Sandra Gayoso Pérez también era policía militar. «Estaba en un control de paso a zonas restringidas. Sólo podía entrar gente autorizada, militares de varias nacionalidades. Se trataba de evitar espionajes. Apenas podíamos salir del cuartel general e incluso, allí dentro, había zonas vedadas con cartelitos que ponían: «Stop minas», señala.

Sandra compartía literas con otras dos españolas y una estadounidense. Estuvo cuatro meses y se hartó de comer arroz y pollo, aunque reconoce que le gustaba, y también de comprobar las duras temperaturas del invierno bosnio. Sólo pasó miedo en una ocasión y no como militar, sino como civil.

«Iba dando un paseo y veo que un trastornado se encara a un grupo de gente con un arma larga. Aunque estaba lejos, sí pasé miedo porque no sabía cómo podía acabar eso», recuerda. Esta guardia civil lucense, destacada ahora en Tráfico, guarda una imagen de Bosnia: «Que había muchos jóvenes sin miembros».

AGUSTÍN MATÉ COSTA

La única víctima lucense

Agustín Maté Costa, de San Clodio (Ribas de Sil), fue el único lucense que perdió la vida en los dieciocho años de misión española. Falleció en Dreznica, en plena guerra, el 19 de junio de 1993. Viajaba en una tanqueta y pasaba sobre el puente del río Neretva. Llevaba un año de soldado.

BEATRIZ GONZÁLEZ GRANDAS

Mostar, 2000

«En los cuatro meses de misión, sólo tuve cuatro días libres, que aproveché para salir de Mostar y me reuní con mi novio, mi hermana y mi cuñado en Dubrovnic. Volví a solicitar más veces la misión, siempre que salieron plazas, pero ya no me la volvieron a dar».

SANDRA GAYOSO PÉREZ

Sarajevo, 1999

«Los edificios tenían todos impactos de metralla. Había mucha gente joven, sobre todo hombres, que pasaban horas y horas en los bares tomando un café porque no tenían dónde trabajar. Era duro, pero te reconfortas mucho viendo que ayudas a los demás en las cosas más básicas».

GONZALO MERINO GONZÁLEZ

Butmir, 2001

«Quien crea que en España se conduce mal, que visite Bosnia. En la carretera había tanto riesgo como en la calle. Ahora me ocupo de la seguridad de altas personalidades. No volví a pedir misiones porque hay falta de personal pero no me hubiera importado repetir» dice Gonzalo, al centro, en la foto.

LINO LÓPEZ FERNÁNDEZ

Mostar, 1998

«Cuando no estábamos de servicio, les llevábamos a la gente, a nivel personal, nuestra ración de campaña. Sin embargo, Bosnia se recuperó pronto porque había, entre la población, voluntad de prosperar. En Haití, no, y la reconstrucción allí está siendo muy lenta».

GONZALO MERINO

  • El segundo de la base. Gonzalo Merino González, sargento primero de la Guardia Civil, se incorporó a la misión española en Bosnia en los últimos años. Fue el segundo del departamento español de la Policía Militar y se encargaba de proteger el cuartel general de la OTAN en la base de Butmir, Sarajevo.Permaneció allí desde el mes de enero hasta el de julio de 2001. Compartía servicios con el Ejército irlandés y los carabineros italianos.
  • Odio. Entre los peores recuerdos que se trajo Gonzalo de Bosnia está el odio entre la población. «Era como sentir que cuando tú no estuvieras allí para mantener la paz, aquello iba a explotar de nuevo», afirma.
  • 37 naciones. El sargento lucense asegura que los españoles eran «una minoría» en Sarajevo. «Había muchos estadounidenses, franceses, alemanes, turcos, holandeses, británicos, neozelandeses, polacos... y así hasta gente de 37 nacionalidades» recuerda el sargento.
  • Minas antipersonales. Gonzalo, al igual que el resto de lucenses destacados en Bosnia, tampoco pasó miedo, pero sí sintió respeto a las minas antipersonales,que aún sembraban los bosques y las cunetas de Sarajevo. «Varios desactivadores dejaron sus vidas en el intento de eliminarlas. No fueron pocas las vacas y cabras que ‘colaboraron’ involuntariamente a explotarlas», señala Merino González, al recordar su experiencia en el país balcánico.

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