La supervivencia de la ilusión

Presentación de un libro en Biblos. (Foto: AEP)
photo_camera Presentación de un libro en Biblos. (Foto: AEP)

EN ESTOS tiempos de crisis se produce cierta tendencia a la nostalgia. Los particulares nos acordamos de lo bien que vivíamos. Los hombres públicos añoran esos grandes sueños en los que veían una ciudad circunvalada con rondas e intercontectada con autovías y trenes rápidos con el resto de Galicia y de España. Recuerdan el proyecto de una moderna estación intermodal, en sustitución de la triste estampa de la estación de autobuses. Como de ilusión también se vive, alguno sigue convencido de que el parque empresarial de As Gándaras servirá, más pronto que tarde, de trampolín para la creación de industria y empleo, o de la continuación de las obras de restauración del casco histórico.

Los ciudadanos de a pie vivimos más obsesionados con la puesta en marcha de los servicios de Radioterapia y Hemodinámica en el hospital Lucus Augusti, que así contaría con unos servicios ajustados a la demanda y a la inversión realizada. Estamos cansados ya de que nos hablen de discriminación positiva y nos toque la negativa.

Esos proyectos parecían al alcance de la mano y se convierten ahora en una misión harto complicada, cuando no imposible. Las arcas públicas y privadas están exhaustas. Del mismo modo que es legítimo que reflexionemos sobre la situación en que nos encontramos y la comparemos con la que podíamos disfrutar, no conviene dejarse arrastrar por la rabia, ni por impotencia. Más bien convendría rebelarse contra la frustración. Por esta razón resulta reconfortante ver cómo nacen algunos nuevos negocios, aunque se vean superados en número por los desmoralizantes carteles de ‘Se Traspasa’, que golpean la vista a muchos viandantes incluso en zonas de la ciudad con relativo movimiento como el centro o la calle San Roque.

No son muchos los que se atreven a la aventura, pero algunos nos envían un mensaje de confianza en el futuro. Cada día que camino desde mi casa al trabajo me fijo, inevitablemente, en los escaparates de una nueva librería abierta en la Avenida Ramón Ferreiro. Cuando todo el mundo predica el fin de la galaxia Gutemberg, del fin del papel en plena era digital, allí aparecen sugerentes y ordenados centenares de libros, cuyos autores nos invitan a compartir confidencias.

Cuando nadie apostaría por montar una librería, aparece gente que dispuesta a apostar por este negocio. Pero lo mismo se puede decir de cualquier ciudadano obligado a reinventarse para ganarse el pan de cada día. No se me escapa que hay proyectos que se van al tacho al poco tiempo de su apertura, como un bar situado al frente de mi casa. En cualquier caso, con suerte y sin ella, es reconfortante y puede que insólito ese afán emprendedor en una provincia donde los más brillantes estudiantes de Empresariales sueñan con hacer unas oposiciones para aposentarse en la Xunta. Ya sean inquietos emprendedores o gentes que buscan una salida al desempleo, los protagonistas de cualquier nueva iniciativa comercial traen un soplo de aire fresco a una sociedad cada vez más harta de quienes tienen como principal y cometido chupar de la piragua.

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