La política epistolar

Un refrán muy sabio nos recuerda que siempre es mejor prevenir que lamentar. Aunque nos queda un poco lejos, parece que lo que está ocurriendo en Canadá ha hecho saltar alguna que otra alarma en el subconsciente de nuestros políticos. El gobierno canadiense pretende que el servicio postal deje de repartir el correo a domicilio. La culpa de que se haya planteado una medida tan drástica la tiene el paulatino declive que viene experimentando el volumen de envíos en los últimos años. El resultado de un estudio encargado para determinar la viabilidad del sistema no deja lugar a dudas. Si se mantiene la actual tendencia, las pérdidas anuales alcanzarían los mil millones de dólares al final de la presente década. No hace falta recurrir al conversor a euros ni a la calculadora. Efectivamente, es una pasta gansa. Aquí o en Ottawa.

Hay todo un océano entre Nueva Escocia y Estaca de Bares, pero la solución que plantean los gobernantes del país para acotar el déficit de ese servicio público nos resulta ligeramente familiar.

Las cuentas no cuadran y los responsables de tomar decisiones parecen dispuestos a cortar por lo sano. Pretenden cargarse ocho mil puestos de trabajo durante los próximos cinco años. Así, dicen, la organización será sostenible desde el punto de vista financiero y no se convertirá en otra carga para el bolsillo de los contribuyentes. Ahora bien, jubilados todos esos carteros, el personal tendrá que recoger el correo en buzones comunitarios. Canadá se convertirá, probablemente, en el único estado occidental que no reparte las cartas a domicilio. Una lata para los pobres usuarios.

Desconozco cuál es la situación de nuestro propio servicio postal. Parece evidente, en cualquier caso, que el uso de los nuevos sistemas digitales de mensajería y del correo eléctronico habrán contribuido también a un descenso importante en el número de envíos.

Salvo alguna postal navideña, muy contada en todo caso, algunos no recibimos cartas personales en todo el año. Eso de coger papel y bolígrafo ya no se lleva. De todas formas, parece que nuestros dirigentes están dispuestos a dar un verdadero ejemplo de previsión. Da la impresión de que, al menos en esta cuestión concreta, quieren adelantarse a los acontecimientos y solucionar el problema antes de que se produzca. Que no cunda el pánico. La supervivencia del sistema podría quedar garantizada gracias a un nuevo modelo de intercomunicación entre el presidente de la Xunta de Galicia y el secretario general de los socialistas gallegos. Los señores Núñez Feijóo y Gómez Besteiro acabarán por poner de moda la política epistolar. En ello andan.

El líder de los populares respondió hace unos días, también por carta, a la epístola que Gómez Besteiro le había enviado a finales de la semana pasada para pedirle un debate «sin exclusiones» sobre su plan para rebajar el número de escaños del Parlamento de Galicia, que pasaría de 75 a 61 diputados. En su misiva, Núñez Feijóo vino a decirle que hablar para nada, es tontería. Le explicó que su partido ya planteó una propuesta y lo conminó a presentar la suya, de forma «concreta y articulada». Para dialogar sobre algo tangible. Lo curioso es que este intercambio de correspondencia lo había inaugurado el portavoz nacional del BNG, Xavier Vence, en un intento por crear un frente común contra la iniciativa del PP.

En un asunto que tiene que ver con la gobernabilidad futura de Galicia, las opciones electorales de los distintos partidos políticos en las elecciones autonómicas y la representatividad de las cuatro provincias, ese intercambio de misivas recuerda a otro tipo de cartas. A una partida en la que uno de los jugadores ha enseñado sus naipes y le pide al otro que ponga los suyos sobre la mesa, más que nada para saber que si va de farol. En todo caso, Núñez Feijóo es consciente de que en esta timba casi siempre apuesta sobre seguro. Acabará por llevarse la mano, sí o sí. Es lo que tiene tener más triunfos que el otro tahúr. Los que da una mayoría absolutísima.

Cuál será ahora la disculpa

La conselleira de Sanidade confirmó que la Xunta no tiene «todavía una fecha» para la implantación del nuevo copago sanitario. Tampoco dijo que el gobierno gallego tenga intención de no instaurarlo o de evitar que repercuta directamente en el bolsillo de los enfermos crónicos. Afirmó que no es un «tema económico», sino de «homogeneidad», para no discriminar a los pacientes en función del lugar en el que vivan. Sin embargo, algunas autonomías ya han dicho que no lo aplicarán. Si no es por dinero, cuál es ahora la disculpa.

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