La perversa seducción de Carnero

No parece casual que, en plena y feroz crisis económica. cuando el país sufre una de sus peores crisis económica en años, afloren individuos que buscan hacer dinero a costa de gente aparentemente vulnerable. Esta semana saltaba el caso Telexfree, una trama que prometía elevados beneficios a cambio de pegar anuncios de la empresa en medios digitales. Para eso había que ingresar previamente una cantidad de dinero que, teóricamente, en tres meses se recuperaba. El beneficio anual podía llegar al 265%, con un trabajo que se hacía desde casa y con el mínimo esfuerzo. El negocio es, como mínimo, para sospechar. Sin embargo, millones de personas de distintos países, entre ellos España, cayeron en la trampa. De momento no han salido a la luz víctimas lucenses, pero tiempo al tiempo. Aunque en algunos casos lo de víctimas es relativo, y aún siéndolo, a veces no es fácil demostrarlo. Hay precedentes por estafas similares donde los jueces no han dado la razón a los denunciantes alegando que las altas rentabilidades que les ofrecían deberían haberles hecho sospechar e indagar sobre a quién confiaban sus ahorros. En otras palabras, que nadie da duros a cuatro pesetas.

Hay casos en que los promotores de estos ‘solidarios’ negocios buscan clientes especialmente vulnerables, como personas mayores, sin formación, con poca capacidad de reacción, pero otras veces también hay inversores jóvenes, empresarios, gente con títulos..., que igualmente caen en la red.

La presunta estafa cometida por el corredor de bolsa Clemente Carnero del Teso en Lugo es un buen ejemplo. Entre las declaraciones tomadas por la Policía y por el juzgado a supuestas víctimas hay testimonios realmente llamativos, que dan idea de lo seductores que resultan estos negocios a alguna gente. Una persona que puso 120.000 euros en manos de Carnero del Teso para que se los moviese en bolsa explicó a la jueza que él era «desconfiado por naturaleza» y que, cuando conoció la actividad del agente, «no le coincidían mucho las cosas», pero como tenía un amigo que le decía que tenía una experiencia larga con Carnero, y este le presentaba a otros inversores, fue entrando. «Yo mismo me extraño de haber entrado», confesó a la jueza, en unas circunstancias no menos llamativas. Declaró el 29 de julio del año pasado en el juzgado de instrucción número 1 de Vilalba con la asistencia de la abogada Eva Añón Bouzas. Nueve días antes, la letrada había solicitado personarse como defensa de Carnero del Teso en la causa que ya se seguía contra él en el juzgado de instrucción número 3 de Lugo. De hecho, al día siguiente de asistir a la presunta víctima, fue confirmada por la sala lucense como representante del acusado. Añón Bouzas ya trabajaba con él con anterioridad. De hecho, algunos clientes la conocían. El mes pasado renunció a seguir representándole por falta de confianza en él y porque estaba desaparecido, alegó.

Pero Carnero del Teso no anda lejos. Tras meses esquivando a sus clientes, volvió a dar la cara, al menos ante algunos de ellos, cuando los inversores empezaron a denunciar públicamente su actividad. En los últimos meses se ha reunido con algunos, tanto en A Coruña como en Lugo, con las mismas buenas maneras de siempre. Invitándolos a comer, insistiéndoles en que iban a recuperar su dinero, ofreciéndoles participar en una empresa de la que dice ser accionista mayoritario (la Policía comprobó que no), restando importancia a la investigación que tiene sobre sus espaldas... Y de paso, instándoles a que no le denuncien, «porque eso no hará más que empeorar las cosas». Sobre todo para él, le falta decir.

Si algo parece claro es que Carnero del Teso tiene un irresistible poder de seducción. Estética impecable, tono pausado, ni una palabra más alta que otra, ni siquiera cuando los clientes le echan en cara las supuestas deudas, puntual, conocedor del entorno en el que se mueve (desde bares a personas), todo amabilidad... «Nunca che deixaba pagar, íate recoller ao traballo se facía falta, a veces ingresaba os intereses antes de prazo, dicíache que aí estaba para o que precisaras...», cuenta un cliente.

La mayoría no vieron, o no quisieron ver, nada raro en afirmaciones como que tenía tres formas de invertir en bolsa de forma que nunca perdía o que el dinero lo obtenía en las 50 mejores empresas de Europa porque «lo que otros perdían, él lo cogía. Hablaba de ventas a cortos». Tampoco les parecieron sospechosas las sugerencias de que reinvirtieran el dinero que supuestamente daba su capital para así obtener más beneficios o explicaciones tan peregrinas como que hacer transferencias todos los meses le ocasionaba muchos trastornos, cuando dejó de ingresar a los clientes el rédito de sus inversiones. A toro pasado, algunas personas caen en la cuenta de que quizás no era normal que los ordenadores que el agente tenía en su oficina de A Coruña y desde los cuales supuestamente hacía los movimientos en bolsa fueran tan viejos o estuvieran casi siempre apagados. «Como nos rentaba ben, que explicacións lle ías pedir», resume un inversor, uno de los muchos que sigue sin denunciar porque aún confía en recuperar el dinero. No es el único. Otro perjudicado agradeció ante la jueza que hubiera quien denunciara. Él de momento no lo hacía, pero aun así reclamaba una indemnización por daños y perjuicios. Otra decisión difícil de entender en una historia descabellada de principio a fin.

Comentarios