La pérdida de competitividad lastrará el futuro de Lugo

Lugo avanza, si no cambian radicalmente las circunstancias, hacia un escenario económico aún más sombrío que el actual, en el que la pérdida de competitividad lastrará el desarrollo de la provincia. El problema es aún más grave si se tiene en cuenta que esta pérdida de competitividad, derivada de una menor  capacidad de producción de su población activa, no viene determinada por causas circunstanciales, sino
estructurales: la evolución de la pirámide de población y de población activa. Así se desprende de las proyecciones al respecto realizadas por el Instituto Galego de Estadística (IGE), que analiza las variables señaladas y su probable evolución hasta 2017.

Las proyecciones demográficas, de población activa y de tasas de actividad realizadas por el IGE analizan una serie que comienza en 2002 y finaliza en 2017. El análisis contempla tres escenarios de evolución —bajo, medio y alto—, pero los últimos datos reales conocidos ya son un poco peores que los previstos en el peor de los tres escenarios. No obstante, según Carmen Rodríguez, una de las responsables del estudio del IGE, las diferencias vienen establecidas tanto por la disparidad a la hora de contabilizar la población base como por las propias circunstancias de cada momento, como la actual crisis económica. Y ése es, en su opinión, uno de los aspectos más preocupantes: el problema de Lugo tiene mucho más de estructural que de circunstancial.

De hecho, el periodo analizado arroja unos datos de tasas de actividad bastante estables en la provincia, con porcentajes en torno al 50% que apenas varían de 2009 a 2017. Eso significa que los jóvenes podrán irse incorporando al mercado de trabajo sin mayores dificultades que ahora, pero implica también que se trata de un mercado muy poco dinámico. Donde se aprecian los mayores cambios es en la evolución de la población y de población activa. Así, la provincia seguirá perdiendo población total hasta 2017, unas 30.000 personas menos en apenas ocho años, y lo hará en todas las franjas de población, pero especialmente entre las personas en edad productiva, las de 16 a 64 años. Esta lectura indica que al problema derivado de la baja natalidad y la elevada mortalidad se añade el éxodo de lucenses en edad de trabajar, lo que hace prever al IGE que en 2017 cuatro de cada diez personas estarán encuadradas en grupos laboralmente inactivos —niños y jubilados—.

Reflejo
Pero es en los datos proyectados sobre población activa donde se refleja mejor el panorama hacia el que se dirige la provincia de no cambiar su modelo productivo. Dado que no es un mercado de trabajo dinámico, tampoco las variaciones son enormes; por ejemplo, el IGE calcula que la pérdida de población activa en los próximos ocho años no sobrepasará las 10.000 personas. Sin embargo, esa pérdida se concentrará precisamente en las edades que van de los 16 a los 44 años, con una incidencia especialmente acusada de trabajadores de entre 24 y 34 años. Se trata por tanto de los más jóvenes y preparados, el tipo de mano de obra que van a precisar las empresas en un momento en el que la batalla de la competitividad se está enfocando hacia el incremento de la productividad a través de la formación y la renovación tecnológica. El resultado es el mantenimiento de un sistema productivo demasiado basado en los sectores primario y terciario y poco competitivo.

Por contra, la población activa de 45 años en adelante no sólo se mantendrá, sino que tiende a subir, algo que también se refleja en la tasa de actividad. Dos son los factores que pueden marcar esta evolución: por un lado, la falta de renovación generacional en el sector primario, que impediría el abandono de las explotaciones a los titulares de edad avanzada; y, por otro, la previsible limitación en las políticas de jubilaciones anticipadas de las grandes empresas como método de regulación de las plantillas, en lo que ya se está avanzando ante el riesgo de quiebra del sistema de pensiones.

Estable
«La realidad», reflexiona Carmen Rodríguez, «es que el mercado laboral de Lugo es bastante estable, con tasas de actividad altas incluso para las mujeres. Pero el problema es el envejecimiento y la pérdida de población». Según la analista del Instituto Galego de Estadística, «esto facilita que la mayoría de los jóvenes puedan incorporarse al mercado de trabajo, pero aún así serán pocos, porque seguirán saliendo del mercado más de los que entran. Además, el hecho de que la propia población activa envejezca hace que haya muchos menos trabajadores receptivos a los cambios tecnológicos y a la formación. Eso hará que las empresas pierdan competitividad».

La solución a este panorama no es fácil: «Lo que Lugo nwcesitaría», sentencia Carmen Rodríguez, «es que llegara mano de obra joven de fuera, pero para eso primero tiene que haber ofertas de trabajo. Es muy difícil».

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