Es jueves por la tarde y cuando muchos jóvenes cargan bolsas del supermercado camino del botellón, otro grupo, también de jóvenes -aunque sus edades estén entre los 36 y los 58 años- sale en pandilla y se va de tapas para compartir charlas y vivencias. Son los chicos, residentes y voluntarios, del programa de ocio de Aspnais.
pocos jóvenes perdonarían una noche de jueves. Ellos tampoco. La más mayor tiene 58 años y el más pequeño, 36. No por años podrían dejar de salir solos por la noche, sin embargo una discapacidad intelectual les impide hacerlo. Pero no importa. Pablo, Álvaro, Rocío y Vanesa los acompañan. Dos son trabajadores de Aspnais y las otras dos, voluntarias. Todos forman un grupo y todos esperan, a las siete en punto, en el jardín de Aspnais, por los más rezagados. Entre ellos, Sandra Fernández, con síndrome de Down, que no deja de olerse las manos con la colonia que acaba de ponerse. «¿A qué huele bien?», comenta, orgullosa de haber elegido ese perfume después de darse una ducha, peinarse y ponerse la ropa nueva.
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