La desesperación cotiza a la baja

EL PLANTEAMIENTO es simple: una persona que atraviesa un momento económico crítico se ve obligada a vender lo único valioso que queda en casa, las alianzas de boda y una gargantilla con un pequeño brillante. En ese desesperado intento de aliviar la situación de su familia, acude con el lote a las cuatro principales casas de compra y venta de oro y joyas en Lugo, las que se anuncian en la calle y en los periódicos. Ha pagado en joyería 1.950 euros por las tres piezas.

Primer contacto: otros vendrán que bueno le harán
La oficina, situada en un segundo piso de un céntrico edificio, es luminosa y nueva, aséptica, profesional. La puerta se abre hacia una mampara de seguridad que divide en dos la estancia. Es como las de los bancos, con dos ventanillas. Tras el cristal, un hombre y una mujer, ambos jóvenes, un ordenador, un armario y una caja fuerte con la puerta abierta, aunque no se ve el interior. En la pared de enfrente, un título de experto expedido por el Instituto Gemológico Español.

Ella se hace cargo de las piezas, sin preguntas, sin retórica. Frota las alianzas sobre una base oscura y luego aplica a las marcas unos reactivos químicos para comprobar su calidad. Hace lo mismo con la cadena del colgante y lo lanza todo junto sobre la balanza de precisión. Ni siquiera mira la piedra. "Son trece gramos de oro. 125 euros". A 9,6 euros el gramo.

"Mire, pero es que la piedra es un brillante". Sorprendida, saca un comprobador de brillantes marca Presidium, una especie de lápiz digital que identifica las piedras. Con la primera prueba tiemblan hasta las piernas: la hilera de lucecitas se para en la mitad, todas rojas, sin llegar al verde. "Tranquilo, puede ser que esté sucio". Su compañero lo mira a través de la lupa, y parece que la cosa no le cuadra. Varias operaciones de limpieza después, el aparatito da luz verde.

Pero no es bastante. Él llama por teléfono para obtener otro visto bueno para la compra, al parecer mucho más importante que el del Presidium. Cuando cuelga, llega la oferta: 500 euros por todo si es para venta, aunque también existe la opción de empeñarlo: son 300 euros y un interés mensual del 20%. Eso significa que cada mes se deben pagar 60, y al final los 300 recibidos, si se quiere conservar el derecho a recuperarlas.

  • Compra: 500 euros
  • Empeño: 300, al 20% mensual.

Un local con solera y especializado: sólo oro
El segundo local visitado también está en el centro. Es uno de los que más tiempo llevan con el cartel de "Compro oro" colgado en su ventana. La vieja puerta está cerrada por dentro. Tras el ruido de un cerrojo de seguridad aparece una mujer metida en la cincuentena. Dentro, en el reducido cuarto de paredes que pudieron ser blancas, un niño mira los dibujos en un pequeño televisor con una pésima señal. A la izquierda, una silla y una mesa con un folio escrito a boli en el que se informa de la obligatoriedad de presentar el DNI.

De entrada, el brillante no interesa, sólo el oro. La mujer realiza el ritual del frotamiento de los anillos y la prueba reactiva, antes de pesarlos en una báscula de precisión que parece tener los mismos años que el resto del mobiliario. "Diez gramos", redondea, "cien euros por las dos alianzas". El pequeño redondeo no es el único detalle amable: "No empeñamos cosas tan pequeñas, pero si los piensas recuperar en cosa de doce o quince días te esperamos y no te cobramos intereses".

  • Compra: 100 euros las dos alianzas.

El delgado límite entre el negocio y la usura
Oro, joyas, antigüedades, billetes, libros, cómics, soldaditos, monedas..., parece que cualquier mercancía es recibida bien en este establecimiento, en el que las cosas más diversas se exhiben en las estanterías, que parecen limitar hasta el oxígeno en este espacio abigarrado y oscuro. A la derecha, oculta tras una de esas estanterías, la mesa donde mata el tiempo el propietario, un hombre voluminoso adornado de amarillo en cuello, muñecas y dedos.

Mira los anillos sin mucho entusiasmo y el colgante con aún menos. La báscula que saca de un cajón marca su oferta: 50 euros por los dos, a cinco el gramo. "¿Y por el brillante". Tuerce el gesto: "Dudo que eso sea un diamante, porque no se suelen engarzar así. Si acaso, una circonita. Si me lo dejas aquí puedo hacer que lo comprueben", señala mientras lo mira a través de una pequeña lupa que sujeta con su mano derecha, en la que destaca un ancho anillo de oro rematado con un cuadrado formado por nueve pequeños brillantes, también cuadrados.

Ante la negativa a dejarlo, remite a un joyero amigo suyo, que será quien compruebe su autenticidad. En la joyería, el propietario advierte de entrada que él no se dedica a comprar porque no tiene permiso. Tras comprobar la pieza, la sinceridad no puede ser mayor: "Es un brillante. Yo creo que puede valer unos 800 euros, pero nadie te va a dar más de 400. Si puedes evitarlo, no lo vendas".

De regreso a la otra tienda, con el visto bueno del joyero, se espera oferta. El hombre voluminoso vuelve a torcer el gesto, coge el móvil y sale a llamar a la puerta. De regreso, hace su apuesta: "Cien euros por todo". No quedan ganas ni de despedirse.

  • Compra: 100 euros todo.

La puntilla: 150 euros y un préstamo
Unos cientos de metros más allá, el establecimiento total: un 24 horas que lo mismo vende una lata de conservas que hace un fotocopia. El estrechísimo pasillo que queda entre las estanterías lleva hasta unas escaleras por las que se accede al primer piso, mucho más luminoso y despejado, con varios despachos acristalados y algunos puestos informáticos para navegar por internet. El hombre que comprueba las piezas es joven.

Tras los ya familiares procesos de frotamiento de oro y aparatito con luces para el diamante, hace sus cuentas: 140 euros si es para empeño, más un 15 por ciento mensual de interés; si hablamos de venta, sube hasta los 150. "Pero vamos a ver", ofrece tras apreciar la cara de contrariedad, "si no quieres vender y necesitas dinero, te podemos prestar. ¿Cuánto necesitarías?". Ni se llega a hablar de intereses, porque ya no hay nada más que hablar.

  • Compra: 150 euros.
  • Empeño: 140, al 15% mensual.

Las piezas ofrecidas a las casas de compra-venta fueron dos alianzas de oro de 18 kilates en tres colores, del número 13, cada una con un peso de 4,8 gramos y un precio de 325 euros, y un diamante en talla brillante de 0,40 kilates y engarzado en oro blanco con un precio de 1.300 euros. En total, el lote en joyería cuesta 1.950 euros.

Comentarios