La crispación vuelve a Aquilino Iglesia por problemas de suciedad y ruidos

Trastos junto a una casa. (Foto: X. Ponte)
photo_camera Trastos junto a una casa. (Foto: X. Ponte)

«Hay gente que tira la basura por la ventana, no aceptan que tienen que bajar y llevarla al contenedor. ¡Como no va a haber ratas!», protestaba ayer una vecina de la calle Aquilino Iglesia Alvariño, explicando uno de los problemas que está provocando el deterioro de la convivencia entre vecinos de la calle.

El clima social en esa zona de Lamas de Prado vuelve a tensarse y ahora los problemas de suciedad y de ruidos están detrás de un nuevo episodio de crispación en las relaciones entre vecinos. Después de que los residentes de un bloque se vieran obligados a cerrar el patio del edificio para intentar evitar destrozos, ahora la convivencia vuelve zozobrar y los vecinos se quejan de falta de respuesta de Policía y servicios sociales.

El problema de suciedad es grave, dicen los vecinos para explicar una realidad que es fácil de comprobar, ya que los residuos se acumulan alrededor de las casas.

Las quejas ciudadanas, señalan, han surtido efecto en parte, ya que ahora se limpia a fondo la zona a diario. Sin embargo, el problema se reproduce cada día. «Sales de casa por la mañana y el jardín está limpio, cuando vuelves ya vuelve a estar lleno de basura», explican.

La basura lanzada por las ventanas está lejos de ser el único problema. «Hay gente que orina en los portales y otros defecan en cualquier lado», explican quienes se atreven a alzar la voz para advertir que la tensión empieza a ser insoportable en la zona.

Y es que, aseguran, la suciedad y los ruidos están lejos de ser el único problema. «Si alguien se atreve a recriminar que se tire la basura por las ventanas o que se vacíen las papeleras por mera diversión, enseguida llegan los insultos y las amenazas», cuenta una vecina, que dice que muchos niños ya no pueden ni salir a jugar a la calle por miedo.

IMPOTENCIA
''La Policía no viene y los servicios sociales no hablan con nosotros''

 

La Policía no vigila nunca la zona, se quejan los vecinos más preocupados por la situación, y cuando alguna patrulla acude a la zona instan a presentar denuncia a quienes se sienten amenazados. Sin embargo, los vecinos dicen que el clima no está para formalizar denuncias, ya que la menor queja da rápidamente lugar a amenazas. «Aquí está claro quien manda, hay reglas y no te puedes quejar», señalan sin querer dar nombres que les señalen.

Las quejas se extienden a los servicios sociales y a las administraciones. El barrio está lleno de casas sociales, pero los asistentes sociales nunca visitan la zona para hacer seguimiento de los problemas de convivencia e integración, se lamentan. La misma queja la extienden a las administraciones en lo que respecta al control de los edificios y las dotaciones públicas.

Los ruidos, sobre todo en verano, son la otra gran pesadilla de los residentes en la zona. Reuniones de grupos de hasta veinte personas en la calle, con la música a todo volumen hasta la madrugada, hacen muy difícil descansar a quienes al día siguiente tienen que ir a trabajar, explican.

Añaden que la vida se ha hecho imposible incluso para algunos discapacitados, cuya movilidad se impide.

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