La crisis resumida en una sola frase

Cartel de un taller de automóviles. (Foto: AEP)
photo_camera Cartel de un taller de automóviles. (Foto: AEP)

UN PUBLICISTA no lo hubiera hecho mejor. El anuncio de un taller mecánico situado en el barrio de A Milagrosa es un inmensa metáfora de la crisis que nos agobia. No solo simboliza la imperante mentalidad de ahorro para comprar o arreglar un coche, su verdadera finalidad, sino que refleja la fulminante pérdida de poder adquisitivo de la ciudadanía.

Incluso los asalariados más privilegiados, quienes todavía conservan su empleo, se ven afectados por la ausencia de convenios y las rebajas salariales, a las que se añade el aumento de las cargas impositivas directas, como el Iva, el copago de medicamentos y la subida del coste de la vida. La suma de estos factores supone un 42% de pérdida de la capacidad económica del ciudadano medio desde 2008, según algunos estudios. El autor del cartel acierta sin querer.

Esta fotografía, hecha con la nocturnidad y alevosía propia de las taimadas decisiones políticas, responde a la filosofía de rebajas dominante en nuestro país, donde nadie se atreve a emitir un juicio firme o sensato sobre el futuro. Todo hijo de vecino siente que le roban el porvenir.

Ya no escuchamos el resignado «hay que apretarse el cinturón», entendido como sacrificio para salir del túnel, sino el desencantado «siempre pagamos los platos rotos los mismos». Esa inmensa mayoría golpeada en su cartera y en sus ilusiones no está entre los machacados, esos parados o desahuciados que lo han perdido todo, pero se siente al borde del precipicio y con la vida hipotecada.

La simpleza de este anuncio engloba en sí todos esos carteles que llenan portales y balcones con la leyenda de ‘Se vende’ o, en menor medida, ‘Se alquila’. Representa también esas campañas agresivas a las que se suma además el comercio al por menor en su intento por sobrevivir.

En los tiempos que corren, poco importa que un mueble, un electrodoméstico o un coche tengan un pequeño desperfecto si el precio es asequible. Vivimos, por decirlo con un símil futbolístico, jugando al patadón hacia adelante. Nos agarramos desesperados a un ya veremos, aunque el partido se hace demasiado largo. Cada vez se expresa menos la intención de comprar un coche nuevo, pensaría el propietario del taller. Cuando un joven saca el carné de conducir nos apresuramos a aconsejarle que se busque un automóvil de menos de cinco mil euros.

Estamos atribulados por unos ingresos menguantes y costes crecientes, pero hay que evitar que las heridas nos afecten al alma. Aunque vayamos para atrás como los cangrejos, pese que el veraneo nos comience a sonar a utopía, no hay que dejarse vencer, ni perder la ilusión. «Soñamos con tomar el sol en un desván», dice en uno de sus micropoemas Héctor Acebo, el joven vate de San Tirso de Abres. O en las azoteas, como en las películas en blanco y negro. Ya no elegimos una marca de automóvil. Comprar uno nuevo parece un desembolso excesivo, innecesario. Con el coche o el ánimo vapuleado, estamos obligados a soñar y a luchar por el futuro que nos niegan. Como hizo el Atlético de Madrid.

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