La cara discreta de la devoción

Durante diez días, las celebraciones de Semana Santa concentran la atención de miles de curiosos y devotos, que se imbuyen del ambiente religioso y la entrega de los protagonistas de los actos. Los protagonistas de mantener vivas las tradiciones son mayoritariamente sujetos anónimos que, en ocasiones, como el próximo domingo, coinciden, como será el caso, de Conchita Teijeiro, Manuel María Martínez y César Cendán, madrina de la Virgen que procesionará con mantilla, cofrade y llevador, respectivamente.

Ellos son los protagonistas anónimos de una celebración que comporta muchos esfuerzos. Se trata de "un grupo heterogéneo de hente que vive con devoción estas fechas", como resume Ramón Basanta, presidente de la junta de cofradías de la Semana Santa de Lugo y coordinador fundamental  de los cientos de personas que reviven en la ciudad lucense los días del calvario de Jesús.

Pero las celebraciones que se sucederán a partir de este viernes tienen una intrahistoria. No es una cuestión de vestirse y salir en procesión. Es un procedimiento mediante el que se prepara con minuciosidad la celebración y que arranca al día siguiente de concluir la Semana Santa del año precedente. Para los cofrades, como Manuel María Martínez, se inicia ya entonces "el cuidado de las ropas", el atuendo que portan durante las procesiones, en su caso, dos cada ejercicio. Miembro de la Cofradía del Desenclavo, Martínez remarca que, por si quedan rezagados, a unas cuatro semanas para las jornadas centrales, "se avisa a los cofrades para que tengan bien a punto" sus trajes a fin de "mantener una imagen".

Esa atención por el esmero es extrapolable a los llevadores, denominación que por estas tierras reciben los porteadores de las imágenes, como César Cendán. "Os traxes tamén hai que cuidalos, claro", asegura Cendán, que va cubierto durante el paseo con la talla de la Virgen de los Dolores a hombros con una túnica negra y un capuchón del mismo color. Pero la preparación de su labor —"desexada desde hai anos para facer algo bonito en Lugo", puntualiza—, le obliga a reunirse "una vez cada semana desde un mes antes de las procesiones" con sus 40 compañeros porteadores para "ensayar, preparar la distribución de puestos y recuperar la práctica" en la carga de las tallas.

La imagen de la Virgen de los Dolores portada en hombros por los llevadores es acompañada por las mujeres con mantilla, un séquito de unas 30 señoras que aglutina Conchita Teijeiro, fiel "desde hace 30 años" a ese adminículo tan apegado a la tradición religiosa hispana. Ella mantiene "contacto periódico" con sus colegas, entregadas "por devoción y con gran ilusión" por lo que representa la madre de Cristo. Son relaciones para "informar y considerar qué hacer" en la próxima Semana Santa.

Sencillez
Es en estas reuniones en las que se marca el protocolo para los actos. "Pedimos que se lleve ropa negra y discreta, en contra de lo que se puede ver en las procesiones de Sevilla, quizás por las diferencias de tiempo. Intentamos que la gente vaya lo más sencilla, sin alhajas, porque lo importante es la imagen de la Virgen", afirma la coordinadora de mujeres con mantilla.

El contacto frecuente entre éstas sirve además para establecer turnos de atención a las tallas. "A lo largo del año se prepara la imagen y se limpia la plata o el manto precioso, de terciopelo bordado, que posee la Virgen", explica Teijeiro, que dos horas antes de la salida de su procesión ya se concentra con el resto de compañeras para colocarse la mantilla.

Como en estas atenciones, los cofrades se prodigan desde poco después del cambio de año. Ellos lo hacen para "revisar y ordenar los elementos de la procesión o preparar la floristería", según Martínez, los elementos de las procesiones. "En los días previos a las procesiones se intensifica el trabajo", enfatiza el secretario de la Cofradía del Desenclavo; "hay que limpiar las cruces y preparar las imágenes. Y ya el último día, se queda varias horas antes para bajar todas las tallas. Es entonces cuando entra en escena la fuerza de los llevadores, que "no hacen ninguna preparación física específica", aprecia Cendán, "basta con el ánimo de hacer algo por paisón".

La juventud se suma poco a poco a
las actividades
El perfil de los protagonistas en las procesiones coincide en edad, indistintamente del género: "Por término medio se trata de gente que ronda los 40 años", resume Manuel Martínez. En el apartado femenino, Conchita Teijeiro afirma que entre las mujeres que procesionan en mantilla se encuentran "chicas de algo más de 20 años, en concreto, una de 23 es la más joven".

Esta tendencia de la aparición de jóvenes en las procesiones resulta moneda común en los últimos años, en los que "van apareciendo poco a poco", según Martínez, para beneficio del mantenimiento de la tradición.

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