Inocentadas que surgen cualquier día del año

Guardería del campus, sin usar. Foto: XESÚS PONTE
photo_camera Guardería del campus, sin usar. Foto: XESÚS PONTE

aunque el día de hoy se ha creado para dar carta blanca a las tomaduras de pelo, sería iluso creer que esta permisividad solo dura 24 horas. Para algunos, cualquier día del año es bueno para arrancarse con ideas que no se sabe si rozan la genialidad o la desfachatez. Y en manos de estos, somos víctimas inocentes cualquier día del año. Los periodistas somos testigos -y muchas veces, aun sin quererlo, altavoces- de estos trucos de prestidigitador para los que el único escudo es el escepticismo y el tiempo, que es el que siempre pone las cosas en su sitio. En esta provincia, y en este país, nos han puesto el muñequito en la espalda unas cuantas veces. E incluso cuando olía a chamusquina, el desenlace nos ha dejado con cara de tontos.

En lo más alto del podium de estos episodios entre la genialidad y el timo se encuentra la historia de auge y caída de Jorge Dorribo. Hay que reconocerle que no se pone límites a la hora de planear proyectos ambiciosos ni escatima recursos e imaginación para escenificarlos. Su empresa Nupel fue durante unos años la prueba de que los milagros empresariales existen, hasta que una investigación judicial descubrió su fachada de cartón piedra.

El propio Dorribo, en las conversaciones telefónicas intervenidas del caso Campeón, admite ante su socio, Arsenio Méndez, que le importa poco que le embarguen la maquinaria de la empresa porque «eso no vale para nada, yo tengo aquí un puto museo de esas máquinas. Que se las lleven, porque para tenerlas ahí de museo...». Por el museo en cuestión se había llevado de visita guiada a políticos de todos los colores, encantados de fotografiarse con el que en aquel momento era la versión más ambiciosa del empresario hecho a sí mismo.

Piscina cubierta y del tiempo

Los proyectos, una vez realizados, también pueden deparar sorpresas increíbles, sin entrar a mencionar los que se prolongan tanto que creer que un día verán la luz requiere de un verdadero acto de fe, como el puerto seco de Monforte. Pero en la categoría de despropósitos la construcción de piscinas merece un capítulo aparte. El caso más reciente es el de Sarria, donde se construyó una piscina cubierta cuyo proyecto, sin embargo, no contempló la climatización ni la ubicación que llevaría el equipo. Es decir, no sirve ni para el verano, ni para el invierno. Adaptar el proyecto supone añadir 300.000 euros más a su coste.

Consiga AQUÍ la información completa

Comentarios