Inmaculada García Abrisqueta: ''Creemos que sí es posible acabar con el hambre''

"Declaramos la guerra al hambre". Éste fue el grito esperanzado con el que las mujeres de Acción Católica de España lanzaron la primera campaña contra el hambre. Cincuenta años después, Manos Unidas sigue manteniendo viva la esperanza de que el mundo pueda, al fin, verse libre de esta terrible lacra. "Un ejército de hormigas puede acabar con un elefante", reivindicó este miércoles en Lugo la presidenta nacional de una de las organizaciones más sólidas en la lucha contra la pobreza que en Lugo cuenta con 400 voluntarios.

Hace 50 años, Manos Unidas declaró la guerra al hambre, pero medio siglo después, se ha traspasado la barrera de mil millones de pobres y la cifra sigue subiendo... ¿Es un fracaso de esta lucha?
No. Llevamos medio siglo trabajando en dos líneas fundamentales, ya marcadas por unas increíbles y valientes mujeres que, de forma totalmente vanguardista, advirtieron de la importancia de luchar contra el hambre de pan, cultura y dios. Se trata no sólo de realizar proyectos, sino de estar presentes en la sociedad para transformarla y sensibilizarla para promover un cambio. Seguimos pensando que es un problema que tiene solución y que hay que trabajar para erradicar las estructuras que permiten que, en un mundo donde hay de todo, millones de personas no tengan casi nada. Nosotros luchamos por  combatir el hambre, la pobreza y sus causas. Y necesitamos que toda la sociedad se implique para que esto se pueda hacer realidad.

Entonces, ¿es posible acabar con el hambre?
Desde luego. Parece que hay una crisis que ha frenado los compromisos, que las desigualdades y las injusticias crecen... Ya hay más de mil millones de personas que pasan hambre y parece que la situación es insalvable. Pero sólo una cosa hará imposible que acabemos con el hambre, que es pensar que no podemos. Aquí seguimos porque estamos convencidos de que sí se puede transformar el mundo. Hace poco estuvimos invitados al Sínodo de África, de dónde sacamos un lema: "Un ejército de hormigas puede acabar con un elefante". Aunque la percepción es que no se hace mucho, sí se hace. Y lo importante es que estamos en el camino que comenzaron aquéllas mujeres...

En Manos Unidas, la inmensa mayoría de los voluntarios siguen siendo mujeres.
Es que se dice que la pobreza tiene rostro de mujer. Es cierto que seguimos siendo la mayoría mujeres, aunque también contamos con hombres magníficos.

En ocasiones se critica que la ayuda humanitaria se limita a paliar una situación crítica concreta, pero que adolece de perspectiva de futuro. ¿No es más importante enseñar a pescar que dar peces?
Es cierto que se peca un poco de esto, como también de querer imponer nuestros criterios. Nosotros intentamos no hacerlo con nuestros proyectos, que están muy enraizados en la sociedad a la que se dirigen. Es una forma de cooperar que no sólo se basa en hacer, sino también en ser. Nosotros no imponemos nada, ya que los proyectos priorizan a las comunidades más necesitadas y se les da protagonismo a los beneficiarios porque hemos comprendido que si no, los proyectos no tienen ninguna viabilidad.

¿Qué diría a aquéllos que no donan porque piensan que el dinero realmente nunca llega a dónde se necesita y queda en manos de políticos o funcionarios corruptos?
Yo entré en Manos Unidas hace once años y desde entonces  pude comprobar que existe una gran profesionalidad, transparencia y eficacia en lo que hacemos porque somos conscientes de que somos responsables del sacrificio de muchas personas que nos dan su dinero. Nuestro compromiso va más allá de la financiación, sino que acompañamos a los beneficiarios. Y podemos garantizar que el dinero llega y que se invierte en proyectos de las áreas en que trabajamos: ayuda al desarrollo, educación, sanidad, agropecuaria, social y promoción de la mujer.

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