Ingenio detrás del mostrador

UN CENTRO comercial de A Coruña, de cuyo nombre no quiero acordarme, acaba de abrir creando más 4.500 puestos de trabajo directos y 8.000 indirectos, según reza en los optimistas comunicados que se remiten desde el departamento de prensa. La duda está en saber si se tratan de nuevos empleos o de un mero trasvase entre zonas comerciales y por eso muchos pequeños empresarios tanto de la capital coruñesa como de las ciudades cercanas como Lugo se han echado a temblar ante lo que parece una campaña de acoso al comercio tradicional.

Pero lo que ocurre en realidad es que algo está cambiando en nuestros hábitos como consumidores. Una dinámica imparable nos han llevado a invadir este tipo de grandes áreas comerciales, en las que se repiten las franquicias y marcas, la comida basura, el olor a lejía con detergente y el deambular de gentes con poco dinero que gastar en la cartera. El comprador gana en estos sitios tanto anonimato como complicidad con el dependiente pierde, algo que en la tienda de barrio siempre se nos ofreció, aunque a costa de pagar los duros a seis pesetas.

La siguiente fase del comercio seguramente será la venta por internet, aún en pañales en una sociedad tan reacia a dar grandes saltos como la gallega, pero mientras esperamos por la auténtica revolución digital, el pequeño comercio trata de sobrevivir adaptándose a los dos enemigos que le acechan, las grandes superficies y áreas comerciales, y los almacenes chinos.

Yo soy de los que piensa que si seguimos con la dinámica del dejar hacer la Federación de Comercio de Lugo acabará siendo presidida por el empresario oriental más emprendedor de la ciudad, por mucho que los actuales directivos se ensañen con los que practican esa insana costumbre de tener siempre abierto el chiringuito. Pero tampoco hay que alarmarse porque el comercio tradicional pase por un mal momento, porque si hay un sector que siempre está en constante renovación ese es el comercial y hay empresarios de Lugo que demuestran capacidad para reinventarse.

Y tampoco tiene por qué asustarles el despliegue que se nos vende desde la capital coruñesa, ya que también hay firmas lucenses posicionadas en otras poblaciones y ahí están los casos de Arenal o Ingapan, cuyas marcas podemos ver en las ciudades vecinas. Lo que ocurre es que tenemos que tener claro que si dejamos sin cubrir una demanda, no tardará en venir alguien a cubrir el hueco. Así que toca menos catastrofismo y más buen hacer, porque esperar por el cliente detrás del mostrador a veces se convierte en una camino sin retorno.

Comentarios