Hermanas y residentes en la despensa

SE RUMOREA POR Recatelo que ellas ya estaban allí antes de empezarse a construir el barrio, pero es mentira. Bueno, a medias, porque hace más de cuatro décadas que Marta y Concha Prado Pérez llegaron a la pequeña tienda de comestibles que abrió su abuelo, hace 48 años. Desde entonces, han convertido su establecimiento en la despensa de Recatelo. Una atiende el mostrador y, con el «Pandolo» -«lo llamamos el Pocoyo, porque es azul»-, reparte a domicilio por las tardes. Antes, desde primera hora de la mañana, su hermana surte de pan y leche puerta por puerta a cien casas del barrio. Las mujeres de las batas azules no necesitan hombres -«para qué, así estamos de maravilla»-, se tienen a sí mismas y a su clientes. Siempre al servicio la una de la otra.

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