Grandes grupos y empresas familiares compiten por el mercado del automóvil

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El sector de la automoción en Lugo vivió la pasada semana días convulsos. La decisión de Toyota de rescindir su contrato con Anigasa y, tras no pocas incertidumbres, decantarse por el Grupo Breogán, no es más que un claro ejemplo del incierto momento que atraviesa el sector, en el que en los últimos años pequeñas empresas familiares dieron paso a grandes grupos como consecuencia de reajustes en el sector. La falta de liquidez, la crisis de ventas o la propia gestión empresarial son variables que pueden explicar el fracaso de este proyecto empresarial en concreto, aunque también dan una muestra del extraño momento que atraviesa el negocio.

Además de batirse el cobre con una competencia cada vez más feroz, los concesionarios se enfrentan a un mercado en crisis y a la incertidumbre que provoca sobre el sector la futura liberalización de la venta y distribución. La nueva normativa, que entrará en vigor en octubre de 2010, podría suponer la entrada en el negocio de nuevas empresas, que se alejarían de los estándares de los concesionarios tradicionales.

En adaptarse lo antes posible a las nuevas reglas radica la garantía del éxito y eso explica la profunda transformación que sufrió el mercado en los últimos años, aunque acertar con el camino a tomar resulte ya más complicado. Los intereses de los grandes fabricantes no siempre coinciden con los de los concesionarios y en ese remar en distinta dirección, casi siempre es el pez pequeño el que acaba por ser engullido.

Grupos multimarca
La solución para no acabar en el estómago de nadie, piensan algunos, pasa por convertirse en un pez grande. Así, de pequeñas estructuras familiares surgieron en los últimos años grandes grupos multimarca que, aprovechando la debilidad de unos y las indecisiones de otros, adquirieron, absorbieron o se fusionaron con otras concesiones, dando así lugar a empresas de mayor poder financiero.

Automóviles Gestoso (Renault) fue uno de esos primeros grupos en aparecer en el mercado lucenses, tras el acuerdo alcanzado con una empresa tan emblemática por aquel entonces como Abelleira.

Posteriormente, Pérez-Rumbao (haciéndose con la distribución de Volvo) o Moyvesa (adquiriendo los concesionarios del Grupo Martínez) fueron los siguientes en llegar a Lugo. Aunque la cúspide de esta espiral se produce cuando el poderoso grupo portugués Caetano se hace con el control de Gestoso.

Empresas familiares
El otro camino evolutivo para la supervivencia en el sector pasa por quienes apuestan por estructuras más sencillas, en las que la propiedad de la empresa se involucra de forma directa en la gestión del negocio. Son empresas de crecimiento más pausado, pero cuya principal ventaja radica en una mayor agilidad a la hora de tomar esas decisiones que mejor se adapten a las nuevas normas del mercado.

Sea cual sea el camino elegido, lo cierto es que grandes grupos y empresas familiares conviven en el mercado lucense y parecen condenados a entenderse.

Pero son los propios fabricantes los que han establecido unas reglas de juego demasiado despiadadas. Los objetivos por volúmenes de venta —una fórmula inventada para dar salida a la sobreproducción de las factorías— provocaron un elevado número de automatriculaciones. La buena salud del mercado permitía éste y otros experimentos, que no tardaron en volverse en contra en cuanto descendieron las ventas.  

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