Gin tonic para las heridas

A finales de la década de los 90, aún había locales en los que el personal podía tomarse un cacharro por quinientas pesetas. Es más, no recuerdo exactamente cuánto costaba, pero ahí andaba el precio del ‘cubalitro’ que servían por aquella época en un garito de Santiago. El establecimiento no era especialmente acogedor, pero era utilizado como abrevadero por cientos de estudiantes en los jueves compostelanos. No había copa fina, ni hojitas de menta, ni frutos de enebro ni cubitos de hielo con formas raras. Tampoco camareros que frotasen cortezas de limón contra el borde del recipiente. Los combinados se servían en vasos de plástico, tamaño florero, y a nadie le preocupaba si la burbuja del refresco rompía sobre la bebida espirituosa o ‘in itinere’. Todo era bastante rústico, sin chuminadas, pero daban tapa. Con cada litro de brebaje, el cliente tenía derecho a un puñado de pipas saladas.

El plan de negocio estaba bien diseñado. El sabor de las pipas y la sal que cortaba los labios enmascaraba el gusto recio de los licores baratos. Por cien duros, la clientela surtía combustible de bajo coste para prolongar la noche. Colonia edulcorada con refrescos a granel que ponía a prueba la actividad metabólica de hígados seminuevos. Pócimas de efecto inmediato que garantizaban un soberano dolor de cabeza con la llegada del nuevo día.

Hace nada, nos enteramos de que sus señorías, si gustan, también pueden tomarse un gintonic en los bares del Congreso por poco más de tres euros. El asunto es ahora de dominio público porque se han conocido los pormenores de la concesión administrativa para el servicio de restauración en la Cámara Baja. Junto al pliego, ha salido a la luz la lista de precios máximos para todas las comidas y bebidas que se servirán en la Carrera de San Jerónimo.

La explotación de las cafeterías y restaurantes del Congreso ha salido a concurso por un importe de 2,18 millones de euros para los dos próximos años. Con el precio subvencionado, los usuarios de esos establecimientos podrán tomarse un café por 85 céntimos o una caña por 95. También se servirán güisquis, coñacs, cubalibres y otro tipo de bebidas alcohólicas a precios reducidos.

Esa circunstancia ha provocado encontronazos entre los diputados de diferentes partidos. Algunos sostienen que es un despropósito que haya «alcohol subvencionado». Otros opinan que es una anécdota y recuerdan que no van al Congreso para pimplarse gintonics, por muy baratos que estén los cubatas. Entretanto, el presidente de la Cámara, Jesús Posada, pedía que no se saquen «las cosas de quicio». A fin de cuentas, siempre se hizo así.

Basta con echar un vistazo a las redes sociales para ver que el tema ha inflamado una herida abierta. No faltan calificativos gruesos para la clase política. Ni ciudadanos que recuerdan los recortes en servicios públicos con la disculpa de que no hay dinero. Algunos se cuestionan si hasta los puros que fuman los diputados están patrocinados. También hay individuos con sentido práctico. Tipos que preguntan si esos bares son de entrada libre. Pues va a ser que no.

Los deberes en primaria han provocado debate por la denuncia de un padre en Oleiros

Los deberes eran el pan nuestro de cada día en la EGB. Recuerdo que resolvía problemas de matemáticas o aprendía los verbos en inglés después de merendar. Aún me quedaba tiempo para jugar y ver la tele. No teníamos, eso sí, tantas actividades a mayores. El día tiene 24 horas también para los niños. Se trata de ser razonables.

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