Fuentes

En Lugo no hay prácticamente fuentes, ni ornamentales ni públicas, quizás porque las nuevas generaciones de políticos entienden que una fuente es una especie de mausoleo para pasar a la historia y no para humanizar un rincón de la ciudad. Por ello instalan piezas monumentales como la de la Praza do Rei, o incluso lumínico-musicales como la de Fonte dos Ranchos que contrastan con la sencillez de otras generaciones anteriores como la Fonte das Ras, en el jardín García Morato o Praza da Constitución, que ya se me va la olla; la dedicada a Ángel López Pérez, en el parque Rosalía de Castro, obra del escultor Asorey, la de Los Leones, o la entrañable de San Vicente.

Pero lo más lamentable es que no existen fuentes para aplacar la sed  y quizás la única muestra que queda a pie de obra sea ese artilugio por el que mana agua en la Praza do Castiñeiro.

Recuerdo cuando Lugo contaba con un buen número de fuentes públicas y los chavales que jugábamos en el Parque o en la Alameda podíamos beber de ellas entre los sudores de nuestros juegos. Fuentes sencillas eran entonces la situada al lado del convento de las Agustinas, en Santo Domingo; la de la rúa Luis Seoane, que un Banco convirtió en una horterada pegada a una pared y finalmente secó; la de la Calzada, donde nos refrescábamos al subir del Club Fluvial o la situada frente a dichas instalaciones; la de Augas Férreas, merendero habitual en el verano y hoy convertida en adorno sin utilidad y, como no, la Fonte do Pilar, monumental en su sencillez donde encontraban descanso y refresco los seminaristas o los miembros de la Peña del Méndez Núñez —Celestino, Carballo Calero, Pimentel, Angel Xohán, Fole— en sus paseos veraniegos.

Todo ha desaparecido por un falso concepto de modernidad. Recuerdo ahora aquellas estrofas de Camino verde: “Las fuentes se han secado/las azucenas ya están marchitas”. Y también algunos cerebros.

Comentarios