Frigsa: baños en el crematorio

Muchas de las personas que pasean por el parque de Frigsa —el nombre oficial, parque de la Milagrosa, apenas se usa— desconocen su historia o tienen referencias muy vagas, y eso que fue la industria más grande que tuvo Lugo hasta el momento. Desconocen, por ejemplo, que en el lugar que ocupa la piscina estuvo el crematorio del matadero y que la actual Casa de la Música era una sala de pieles.

Esta circunstancia, unida la que uno de los antiguos edificios de la empresa lo ocupa el Centro Específico de Formación de Adultos de Lugo, llevó a su departamento de Normalización y Dinamización Lingüística a promover un estudio sobre la repercusión de Frigoríficos Industriales de Galicia (Frigsa).

El resultado acaba de ser publicado en el número uno de la revista del centro, Abriendo Paso, que se puede encontrar en las bibliotecas públicas de Lugo. «Vimos que apenas había documentación sobre Frigsa y nos pareció importante recuperar su historia, porque tuvo un peso muy importante en la economía de Lugo, y que sus protagonistas se sientesen orgullosos de su pasado profesional», explica María José Rodríguez, coordinadora de la revista junto a José Antonio Armesto.

Para indagar sobre la historia de la cárnica fue crucial la colaboración de los alumnos del centro, especialmente de aquellos que conocen a ex trabajadores, como Elena Porto, que además tiene una fuerte vinculación al barrio, lo mismo que Ana Anllo y que las profesoras Rodríguez y Matilde Fernández.

Mientras los alumnos realizaban encuestas a cerca de una docena de ex trabajadores, los profesores llevaron a cabo un laborioso trabajo de hemeroteca.

Consultaron las ediciones de El Progreso de 1948 a 1957, lo que les permitió seguir la historia de la factoría, como la pugna que la capital mantuvo con Monforte para hacerse con ella, la inauguración a cargo de Franco y el traslado a Lamablanca.

El Progreso
El diario jugó un papel importante en la historia de Frigsa, apunta Rodríguez. «Trapero Pardo y Rof Codina fueron las plumas que más escribieron sobre la industria, y los domingos El Progreso publicaba las rutas de recogida de ganado de la semana siguiente y los precios a los que se cotizaba la carne, para que los ganaderos supiesen a donde tenían que ir a entregar los animales», explica. El padre de Matilde, por ejemplo, era un pagador de Frigsa en la zona de A Fonsagrada, y la abuela de Alfonso Rodríguez, otro profesor, trabajaba en la sala de despiece.

Por lo que respeta a las entrevistas con los trabajadores, llevaron a los autores del estudio a concluir que Frigsa dejó un buen recuerdo, «incluso entre los que fueron a la calle, porque los indemnizaron muy bien». «Se percibe cierta nostalgia», explica Rodríguez, de una época en la que entrar en Frigsa era casi un privilegio por los buenos salarios y otros servicios, como el economato. La entrada de la empresa se vinculaba, muchas veces, a la cesión de terrenos.

Para algunos alumnos, la colaboración en este trabajo fue especialmente gustosa porque se criaron en el barrio. Fue el caso de Ana Anllo, que vivió del lado de Frigsa hasta los seis años. «Cuando echaban los desperdicios, todos los niños ibamos a coger los gusanos que se criaban en ellos para ir a pescar», cuenta. Los recuerdos del profesor Armesto no son, en cambio, tan buenos. «Para ir a la escuela pasaba del lado del río Rató, y un día iba rojo, otro blanco...», recuerda, mientras que Juan Carlos García, estudiante, pone sobre la mesa la importancia de Frigsa no sólo en el momento sino incluso en la actualidad. «Si no hubiese sido por ella, hoy todo esto estaría lleno de edificios», apunta.

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