Europa sin europeos

Estamos a un mes escaso de unas elecciones en las que todos temen una abstención notable. Pese a la preocupación que debería suscitar —sobre todo entre los que montaron el tinglado— nadie se pregunta por las causas de una escasa respuesta ciudadana: todo el mundo sabe que la desafección por las instituciones europeas es un hecho y, por increíble que parezca, no hay quien le ponga remedio. Si el día de Europa que se celebró el sábado en Lugo se interpreta desde las altas instancias como un paso más en el proceso de concienciación colectiva del concepto, es muy probable que se acabe forjando una Europa sin europeos.

La Unión Europea se ve, en zonas pobres como la nuestra, con ojos de mero repartidor de fondos (de los otros). Más allá de la moneda única, el dinero que nos llega de subsidio y la eliminación de fronteras, todo lo demás es una amalgama de burocracia distante y difícil de entender. La formación de este tipo de sistemas plurinacionales tienen una falta de transparencia sorprendente. Nacen desde lo más alto y confían ciegamente en que el ciudadano corriente lo valorará en su justa medida cuando empiece a ver los beneficios. Esta construcción de arriba a abajo puede ser muy eficaz para sacar adelante cambios fundamentales y prácticos, pero necesitan una formación superlativa en el receptor de políticas y una información transparente para fortalecer la identificación. Y un sistema que no se entiende y con el que no se identifica quien lo sostiene —que no es otro que usted— es un sistema frágil. Usted que lo paga (¿o debería decir que lo cobra?), ¿sabe cuántos Estados forman parte hoy del proyecto de la Unión Europea?

Europa se preocupa muy poco por explicarse a sí misma, y explicarse y formar ciudadanos europeos no consiste en dejarlo todo en manos de lo material. La semana pasada, la UE obligó al Concello a mantener unos carteles que anunciaban unas obras ya terminadas. Quieren que el texto "Este proyecto ha sido cofinanciado por la Unión Europea” permanezca más tiempo visible con la intención de formar el espíritu europeo a base de enseñar la cartera; que se vea que sin el dinero de la Unión esas aceras estarían sin acabar, o lo que es peor, no estarían ni proyectadas. Pero dentro de muy pocos años esos carteles estarán escritos en estonio en una calle de Paldiski, y el dinero tendrá que salir de los bolsillos de por aquí. Será entonces cuando la identificación del lucense por esa cosa que llaman Europa se vea lejana, cara y totalmente indescifrable.

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